jueves, 4 de abril de 2019

Tiempo... Juan 16. 23 - 28



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“En aquel día ya no me preguntarán nada. Les aseguro que el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Hasta ahora, ustedes no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.

Les he dicho estas cosas poniéndoles comparaciones; pero viene la hora en que ya no les pondré más comparaciones, sino que les hablaré claramente acerca del Padre.  Aquel día, ustedes le pedirán en mi nombre; y no digo que yo voy a rogar por ustedes al Padre,  porque el Padre mismo los ama. Los ama porque ustedes me aman a mí, y porque han creído que yo he venido de Dios. Salí de la presencia del Padre para venir a este mundo, y ahora dejo el mundo para volver al Padre”. Juan 16. 23 – 28.

¡Qué extraordinaria promesa es ésta! Pero primero hay que entender lo que significa pedir “en el Nombre de Jesús”. En la antigüedad, el nombre representaba precisamente la importancia, la misión y la autoridad de la persona.
Pedir en el Nombre de Jesús no es una fórmula mágica. No es como acercarse a una puerta cerrada con llave y decir “¡Ábrete, Sésamo!”
Pedir en el Nombre de Jesús es pedir del mismo modo como Jesús pidió; es orar con la misma fe, con el mismo amor al Padre, con el mismo fervor de Jesús. En la oración expresar el deseo de compartir la unión con el Padre que tuvo Jesús, y así tener una confianza absoluta en que el Padre escucha nuestras oraciones y responde a ellas, aunque no veamos resultados inmediatos.
Pedir en el nombre de Jesús significa adquirir el compromiso de imitar la vida de Cristo y ser obedientes al Padre en todo, tal como él lo fue. Significa pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a adoptar la mente de Cristo, para que las intenciones que ofrezcamos al Padre sean parecidas a las que ofreció Jesús, cuando estuvo en la tierra, y las que ahora ofrece en el cielo.
Actuando así, encontraremos que la oración se nos amplía, para pedir que todo hombre y mujer llegue a creer en Jesús, que los poderes de la oscuridad sean rechazados en el mundo, que la iglesia permanezca unida y sea una luz para los que caminan en la oscuridad.
Así, nuestras oraciones ya no serán sólo peticiones para pasar un examen, lograr una venta o conseguir un trabajo.
Ciertamente el Señor se preocupa hasta de los detalles más íntimos de la vida; nos escucha y nos responde cuando pedimos por nuestras necesidades.
Pero debemos pedir para que el Reino de Dios se extienda, que todos lleguen a conocer las buenas nuevas de Jesucristo, y así cumplir con la misión que Él dejó a todos sus discípulos.
Dios les bendiga abundantemente.

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