lunes, 15 de abril de 2019

Tiempo... Hechos 5. 1 - 11



TIEMPO DE REFLEXIÓN

"Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad. Y Ananías sustrajo parte del precio, sabiéndolo también su mujer; luego llevó sólo el resto, y lo puso a los pies de los apóstoles.
Pedro le dijo: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo, y sustrajeras del producto de la venta de la heredad? Reteniéndola, ¿no te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Entonces se levantaron los jóvenes, lo envolvieron, lo sacaron y lo sepultaron. Pasado un lapso de tres horas, sucedió que entró su mujer, sin saber lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y sobrevino un gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas."  Hechos 5. 1 – 11

En la Iglesia primitiva los creyentes tenían todas las cosas en común y esto revelaba el hecho que ellos mantenían un alto nivel espiritual de unidad para poder hacer esto.
Ananías y su esposa Safira vieron que Bernabé había recibido reconocimiento, entre otras cosas, por haber entregado sus pertenencias y pensaron que sería bueno que ellos también recibieran alguna notoriedad.
Algunas personas entregan donaciones, pero lo hacen con el único propósito de que se les preste atención. Esa ha sido y es actualmente, la condición de la naturaleza humana, y esa era la condición de Ananías y Safira. 
Ahora, no había nada malo en el hecho que se guardaran parte del precio, ellos tenían derecho a hacerlo. La propiedad había sido de ellos y tenían derecho a disponer del dinero como lo viesen más conveniente.
En la Iglesia de hoy estamos viviendo bajo la Gracia de Dios. No tenemos la obligación de dar una cantidad determinada. Alguien dirá que esta cantidad tendría que ser una décima parte de nuestros ingresos, pero en esta Iglesia primitiva, los creyentes estaban dando todo lo que tenían. Ananías y Safira no dieron todo, sino que retuvieron parte del precio obtenido por la venta de la propiedad. Aunque tuvieran el derecho de hacerlo, el problema fue que cometieron un pecado al mentir al respecto; dijeron que lo estaban dando todo cuando en realidad estaban guardándose parte del dinero para ellos mismos. 
El pecado de Ananías y de su mujer no fue haberse quedado con el dinero, sino el de mentir.
Hay personas que creen que Pedro causó la muerte de aquel hombre, Ananías. Pero Pedro quedó tan sorprendido como los demás cuando Ananías cayó muerto.
En este caso, Dios ejerció una estricta disciplina en la Iglesia. 
Aunque no había sabido lo que iba a suceder a Ananías, Pedro sí supo lo que iba a sucederle a ella.
Una mentira de esta naturaleza como la que vivieron Ananías y Safira, no podía existir en la Iglesia Primitiva, había santidad en la vida de la Iglesia.
Aunque eran parte de la iglesia, Ananías y Safira mintieron al Espíritu Santo y fueron removidos de la comunidad de los creyentes.
Un gran temor vino sobre la Iglesia y sobre todos los que se enteraron sobre este asunto.
No importa el tamaño del pecado, la santidad es muy importante para Dios.
Dios les bendiga abundantemente.

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