TIEMPO
DE REFLEXIÓN
"Pero
cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad. Y
Ananías sustrajo parte del precio, sabiéndolo también su mujer; luego llevó
sólo el resto, y lo puso a los pies de los apóstoles.
Pedro le dijo: Ananías, ¿por
qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo, y
sustrajeras del producto de la venta de la heredad? Reteniéndola, ¿no te
quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu
corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas
palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.
Entonces se levantaron los jóvenes, lo envolvieron, lo sacaron y lo sepultaron.
Pasado un lapso de tres horas, sucedió que entró su mujer, sin saber lo que
había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime ¿vendisteis en tanto la heredad?
Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al
Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido,
y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él y expiró; y cuando
entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a
su marido. Y sobrevino un gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los
que oyeron estas cosas." Hechos 5.
1 – 11
En
la Iglesia primitiva los creyentes tenían todas las cosas en común y esto
revelaba el hecho que ellos mantenían un alto nivel espiritual de unidad para
poder hacer esto.
Ananías
y su esposa Safira vieron que Bernabé había recibido reconocimiento, entre
otras cosas, por haber entregado sus pertenencias y pensaron que sería bueno
que ellos también recibieran alguna notoriedad.
Algunas
personas entregan donaciones, pero lo hacen con el único propósito de que se
les preste atención. Esa ha sido y es actualmente, la condición de la
naturaleza humana, y esa era la condición de Ananías y Safira.
Ahora,
no había nada malo en el hecho que se guardaran parte del precio, ellos tenían
derecho a hacerlo. La propiedad había sido de ellos y tenían derecho a disponer
del dinero como lo viesen más conveniente.
En
la Iglesia de hoy estamos viviendo bajo la Gracia de Dios. No tenemos la
obligación de dar una cantidad determinada. Alguien dirá que esta cantidad
tendría que ser una décima parte de nuestros ingresos, pero en esta Iglesia
primitiva, los creyentes estaban dando todo lo que tenían. Ananías y Safira no
dieron todo, sino que retuvieron parte del precio obtenido por la venta de la
propiedad. Aunque tuvieran el derecho de hacerlo, el problema fue que
cometieron un pecado al mentir al respecto; dijeron que lo estaban dando todo
cuando en realidad estaban guardándose parte del dinero para ellos
mismos.
El
pecado de Ananías y de su mujer no fue haberse quedado con el dinero, sino el
de mentir.
Hay
personas que creen que Pedro causó la muerte de aquel hombre, Ananías. Pero
Pedro quedó tan sorprendido como los demás cuando Ananías cayó muerto.
En
este caso, Dios ejerció una estricta disciplina en la Iglesia.
Aunque
no había sabido lo que iba a suceder a Ananías, Pedro sí supo lo que iba a
sucederle a ella.
Una
mentira de esta naturaleza como la que vivieron Ananías y Safira, no podía
existir en la Iglesia Primitiva, había santidad en la vida de la Iglesia.
Aunque
eran parte de la iglesia, Ananías y Safira mintieron al Espíritu Santo y fueron
removidos de la comunidad de los creyentes.
Un
gran temor vino sobre la Iglesia y sobre todos los que se enteraron sobre este
asunto.
No
importa el tamaño del pecado, la santidad es muy importante para Dios.
Dios
les bendiga abundantemente.
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