TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Yo
soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas
no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé
más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he
dicho.
Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede
dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no
pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes
son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto;
pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece unido a mí,
será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el
fuego.
Si
ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan
lo que quieran y se les dará. En esto se muestra la gloria de mi Padre, en
que den mucho fruto y lleguen así a ser verdaderos discípulos míos”.
Juan
15. 1 – 8.
Hablando
a sus apóstoles, en un clima de especial intimidad, el Señor les confía lo que
podríamos considerar como las últimas recomendaciones, aquello que se dice
justo en la despedida, y que tiene una fuerza especial, como si fuera un
testamento.
Están
en la última cena todos juntos. Allí, Jesús les ha lavado los pies, les ha
vuelto a anunciar que se tiene que marchar, les ha transmitido el mandamiento
del amor fraterno y los ha consolado con la promesa del Espíritu Santo.
El
Señor no niega que los discípulos deberán afrontar peligros y dificultades en
el futuro: “Si me han perseguido a mí, también a ustedes los perseguirán” (Juan
15. 20).
Pero
ellos no se han de acobardar ni desanimarse ante el odio del mundo: Jesús
renueva la promesa de que les enviaría al Defensor, el Espíritu Santo, les
garantiza la asistencia en todo aquello que ellos le pidan, el Señor ruega al
Padre por ellos y por todos nosotros durante su oración (v. Juan 17).
Es
cierto que el peligro viene desde fuera, pero a veces la peor amenaza surge de
nosotros mismos, DE la falta de unidad con la Cabeza del Cuerpo.
La
recomendación es clara: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos; el que
permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden
hacer” (Juan 15. 5).
Nuestra
seguridad y fortaleza para afrontar todo tipo de problemas y luchas en la vida
depende de nuestra unión con el Señor.
Mediante
la comunión con el Espíritu Santo recibimos la guía que necesitamos para cada
día, y en especial para sostenernos en tiempos de pruebas y conflictos. Sin Él
nada podemos hacer.
Dios
les bendiga abundantemente.
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