miércoles, 3 de abril de 2019

Tiempo... Juan 15. 1 - 8



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho.
 Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego.
Si ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. En esto se muestra la gloria de mi Padre, en que den mucho fruto y lleguen así a ser verdaderos discípulos míos”. 
Juan 15. 1 – 8.

Hablando a sus apóstoles, en un clima de especial intimidad, el Señor les confía lo que podríamos considerar como las últimas recomendaciones, aquello que se dice justo en la despedida, y que tiene una fuerza especial, como si fuera un testamento.
Están en la última cena todos juntos. Allí, Jesús les ha lavado los pies, les ha vuelto a anunciar que se tiene que marchar, les ha transmitido el mandamiento del amor fraterno y los ha consolado con  la promesa del Espíritu Santo.
El Señor no niega que los discípulos deberán afrontar peligros y dificultades en el futuro: “Si me han perseguido a mí, también a ustedes los perseguirán” (Juan 15. 20).
Pero ellos no se han de acobardar ni desanimarse ante el odio del mundo: Jesús renueva la promesa de que les enviaría al Defensor, el Espíritu Santo, les garantiza la asistencia en todo aquello que ellos le pidan, el Señor ruega al Padre por ellos y por todos nosotros durante su oración (v. Juan 17).
Es cierto que el peligro viene desde fuera, pero a veces la peor amenaza surge de nosotros mismos, DE la falta de unidad con la Cabeza del Cuerpo.
La recomendación es clara: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer” (Juan 15. 5).
Nuestra seguridad y fortaleza para afrontar todo tipo de problemas y luchas en la vida depende de nuestra unión con el Señor.
Mediante la comunión con el Espíritu Santo recibimos la guía que necesitamos para cada día, y en especial para sostenernos en tiempos de pruebas y conflictos. Sin Él nada podemos hacer.
Dios les bendiga abundantemente.

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