domingo, 14 de abril de 2019

Leyendo... Hechos 4 capítulo



LECTURA DIARIA:
Hechos 4 capítulo

Los apóstoles predicaron la resurrección de los muertos por medio de Jesús.
Estando lleno del Espíritu Santo, Pedro deseaba que todos entendieran que el milagro del cojo había sido obrado en el nombre y el poder de Jesús de Nazaret, el Mesías, al que ellos habían crucificado; y esto confirmaba el testimonio de su resurrección de entre los muertos, lo cual probaba que era el Mesías.

Estos dirigentes debían ser salvados por ese Jesús al que habían crucificado o perecer por siempre. El nombre de Jesús es dado a los hombres de toda edad y nación, porque los creyentes son salvos de la ira venidera solo por Él.
Todo el interés de los jefes de los judíos, ancianos y maestros, era que la doctrina de Cristo no se difunda entre el pueblo, aunque no pueden decir que sea falsa o peligrosa o de alguna mala tendencia; y se avergüenzan de reconocer la razón verdadera: que testifica contra su hipocresía, iniquidad y tiranía.
Los apóstoles miraban preocupados las almas y sabían que Jesucristo era el único camino recto a Dios y lo querían mostrar.
Jesús fue ungido para ser Salvador; por tanto, estaba determinado que fuera sacrificio expiatorio por el pecado.
El Senedrin era el tribunal supremo de los judíos. Aun bajo el dominio de Roma, el Sanedrín tenía autoridad para arrestar.
Una vez ante ellos, Pedro, habló bajo la inspiración del Espíritu Santo, citó a Isaías y los Salmos. La cita de Isaías, hace referencia a los líderes en Jerusalén que se defienden con mentiras.
Los acusadores de Pedro y Juan se quedaron sin argumento, pues no podían ir en contra de la Palabra de Dios ni hacer caso omiso de los hechos. 
Los líderes religiosos querían seguir encubriendo la verdad haciendo callar a Pedro y Juan pero ellos no se prestaron a su manipulación. 
A pesar de las mentiras que los líderes religiosos propagaron, muchos creyeron en el testimonio de los discípulos de Jesús.
A los líderes religiosos no les quedó otra que dejar ir a Pedro y a Juan, porque no tenían derecho legal para retenerlos.
El amor a Dios hizo crecer el amor al prójimo.  Este amor se vio reflejado en la unidad entre los hermanos, el compañerismo y la ayuda mutua.  Puestos los ojos en el Cielo, dejaron de enfocarse en las cosas de este mundo.  Se desapegaron de los bienes materiales y compartían lo que tenían.
Así como los discípulos de Jesús lo dejaron todo para seguirle, así muchos creyentes estaban dispuestos a dejarlo todo para seguir a los apóstoles.  Ellos vendían lo que tenían, y se lo daban a los apóstoles, quienes administraban lo que recibían para cubrir las necesidades de la comunidad de creyentes que se formó. 
Bernabé lo vendió todo para dedicarse a servir a Dios, y lo veremos ministrando junto a Pablo. 

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