sábado, 13 de abril de 2019

Leyendo... Hechos capítulo 3



LECTURA DIARIA:
Hechos capítulo 3

Los judíos acostumbraban orar tres veces al día: en la mañana (a las nueve), en la tarde (a las tres) y en la noche (a la puesta del sol). En estos horarios los judíos devotos y los gentiles temerosos de Dios a menudo iban al templo a orar. Pedro y Juan iban al templo a las tres de la tarde.

La puerta la Hermosa era una entrada al templo, no a la ciudad. Esta era una de las entradas favoritas y muchas personas pasaban por allí cuando iban a adorar. El cojo mendigaba en un lugar en que la mayoría podía verlo. El mendigo pedía dinero, pero Pedro le dio algo mucho mejor: la posibilidad de usar sus piernas.
"En el nombre de Jesucristo" significa "por la autoridad de Jesucristo". Los apóstoles sanaban mediante el poder del Espíritu Santo y no por ellos mismos. En su emoción, el hombre que antes era cojo empezó a saltar y correr por los alrededores. ¡El también alabó a Dios! Y los demás se sorprendieron también ante el poder de Dios.
Pedro tenía una audiencia y aprovechó la oportunidad para hablar acerca de Jesús. Con claridad él les dijo que todavía tenían una oportunidad; Dios seguía ofreciéndoles la oportunidad de creer y aceptar a Jesús como Mesías y Señor. Cuando Pedro dijo: "a quien vosotros entregasteis y negasteis", quiso decir exactamente eso. Solo unas semanas antes, se enjuició y dio muerte a Jesús allí en Jerusalén. No era un hecho distante del pasado, muchas de estas personas oyeron hablar de esto y algunas quizás tomaron parte al condenarlo. Los líderes religiosos pensaron que dieron fin a Jesús al crucificarlo, pero su convicción se vino abajo cuando Pedro les dijo que Jesús resucitó y que esta vez no podrían matarlo. Pedro mostró el significado de la resurrección, el triunfo y el poder de Dios sobre la muerte.
En esos días el nombre de un hombre representaba su carácter, respaldaba su autoridad y poder. Usando el nombre de Jesús, Pedro mostró quién le dio la autoridad y el poder para sanar. Los apóstoles no enfatizaron lo que ellos podían hacer, sino lo que Dios podía hacer a través de ellos.
Pedro les explicó la clase de Mesías que Dios envió a la tierra. Los judíos esperaban un gran gobernador, no un siervo sufriente. Juan el Bautista preparó el camino para Jesús predicando el arrepentimiento. El mensaje de salvación de los apóstoles también llamaba al arrepentimiento, reconociendo el pecado y alejándose de él.
Pedro quería mostrarles que su tan esperado Mesías había llegado. El y todos los apóstoles llamaban a la nación judía a arrepentirse y a creer, a tomar conciencia de lo que le hicieron a su Mesías. A partir de este punto, vemos a muchos judíos rechazando el evangelio. Así que el mensaje fue también a los gentiles y muchos de ellos abrieron sus corazones para recibir a Jesús.
Dios le prometió a Abraham bendecir al mundo mediante sus descendientes, la raza judía (Génesis 12.3) de la cual el Mesías vendría. Dios intentó que la nación judía fuera apartada y santa, que enseñara al mundo acerca de Dios, presentando al Mesías, y que cumpliera su obra en el mundo. Después de los días de Salomón, la nación renunció a su misión de hablarle al mundo de Dios y, ahora en tiempos apostólicos, al igual que cuando estuvo Jesús en la tierra, Israel rechazaba a su Mesías.

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