lunes, 15 de abril de 2019

Leyendo... Hechos capítulo 5



LECTURA DIARIA:
Hechos capítulo 5

En Hechos 5  vemos a la iglesia enfrentando problemas internos y externos. Fuera, la iglesia sentía la presión de la persecución.
Los líderes de la iglesia fueron cuidadosos y sensibles al conducir los problemas internos, pero no había mucho que pudieran hacer para prevenir las presiones externas. A pesar de todo, mantuvieron su enfoque en lo que era más importante: difundir el evangelio de Jesucristo.
El pecado que se nombra aquí de Ananías y Safira no fue avaricia ni retener parte del dinero. Podían decidir si vender o no la tierra y cuánto dar. Su pecado fue mentir a Dios y a su pueblo al decir que dieron todo, pero en realidad se reservaban parte para ellos, tratando de parecer más generosos de lo que en verdad eran. Este hecho se juzgó con dureza porque la deshonestidad y la codicia destruyen la iglesia, impide que el Espíritu Santo obre con eficacia.
El pórtico de Salomón era parte del templo construido por Herodes el Grande en un intento de fortalecer su relación con los judíos. Jesús les enseñó y llevó a cabo milagros en el templo muchas veces. Cuando los apóstoles fueron al templo, estuvieron cerca de los mismos líderes religiosos que conspiraron para crucificar a Jesús.
La iglesia primitiva atraía a los creyentes por el poder y los milagros de Dios, la generosidad, la sinceridad, la honestidad, la unidad de los miembros y el carácter de los líderes.
Muchos milagros acompañaban la predicación del Evangelio. Dios utilizaba en gran manera a los apóstoles. Las personas no sanaron por la sombra de Pedro, sino por el poder de Dios obrando a través de él.
Los líderes religiosos estaban celosos, Pedro y los apóstoles ya habían ganado más respeto de lo que ellos habían recibido. La diferencia, sin embargo, radicaba en que los líderes religiosos demandaban respeto y reverencia para ellos mismos; la meta de los apóstoles era lograr respeto y reverencia hacia Dios. A los apóstoles no se respetaban porque lo demandaban, sino porque lo merecían. Los apóstoles tenían poder para hacer milagros, gran audacia en la predicación y la presencia de Dios en sus vidas; sin embargo, no estaban libres de azotes y persecución.
Los arrestaron, encarcelaron, azotaron con látigos y los calumniaron los líderes de la comunidad.
"Todos los ancianos de los hijos de Israel" se refiere a los setenta hombres del concilio (también llamado Sanedrín). Este no iba a ser un juicio simple. Los líderes religiosos iban a hacer cualquier cosa para detener a los apóstoles en su intento de desafiar su autoridad, amenazar la seguridad de su posición y poner al descubierto sus motivos hipócritas delante de la gente. Pero Dios los libró aún de la cárcel para que siguieran cumpliendo su misión.

Los apóstoles, después de la amenaza de los líderes influyentes, el arresto, los azotes, el encarcelamiento y su liberación milagrosa, volvieron a predicar.
Los fariseos, junto con los saduceos, componían la mayoría del concilio judío. Se cuidaban de la pureza externa, pero muchos tenían sus corazones llenos de motivos impuros. Durante su ministerio en la tierra, Jesús confrontó a menudo a los fariseos. Gamaliel fue un aliado inesperado para los apóstoles, aunque quizás no apoyó sus enseñanzas. Era un miembro distinguido del concilio judío y un maestro. El consejo de Gamaliel al concilio dio a los apóstoles un respiro para continuar con su trabajo.
A Pedro y Juan se les advirtió muchas veces para que no predicaran, pero continuaron a pesar de las amenazas. Esta tortura que Pedro y Juan soportaron fue la primera que alguno de los apóstoles sufrieron por su fe. Estos hombres sabían cómo Jesús sufrió y alabaron a Dios porque les permitió sufrir persecución como su Señor.

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