viernes, 19 de abril de 2019

Leyendo... Hechos capítulo 9



LECTURA DIARIA:
Hechos capítulo 9

Saulo era muy celoso por las creencias de los judíos y comenzó una campaña de persecución contra cualquiera que creyera en Cristo (los que eran de este "Camino").

Cuando Pablo viajó a Damasco, persiguiendo a los cristianos, el Cristo resucitado lo confrontó y lo puso cara a cara con la verdad del evangelio. Damasco, ciudad comercial clave, se hallaba a unos 280 km al norte de Jerusalén en la provincia romana de Siria. Varias rutas comerciales unían Damasco con otras ciudades a través del mundo romano. Tal vez Saulo pensó que al cercar a los cristianos en Damasco, se evitaría su dispersión a otras regiones.
En el camino a Damasco Pablo no vio una visión, vio al mismo Cristo resucitado (Gálatas 9.17). Pablo reconoció a Jesús como Señor, reconoció su propio pecado, rindió su vida a Él y decidió obedecerle. Pablo pensó que perseguía herejes, pero a quien perseguía era al mismo Jesús.
A pesar de que no hay una mención de que Saulo recibiera la plenitud del Espíritu de una manera especial, el cambio en su vida y sus logros siguientes indican un fuerte testimonio de la presencia y el poder del Espíritu Santo en su vida.
De inmediato, después de recibir la vista y pasar un tiempo con los creyentes en Damasco, Pablo fue a la sinagoga para contar a los judíos las nuevas relacionadas con Jesús. Los argumentos de Saulo tenían poder porque era un notable erudito. Pero lo más convincente fue el cambio de vida. La gente sabía que hablaba verdad porque veía la evidencia del cambio ocurrido en su vida.
El encuentro personal de Pablo con Cristo cambió su vida. Nunca perdió su impetuosa intensidad, pero a partir de allí esta se canalizó en favor del evangelio. Hasta la conversión de Pablo, muy poco se había hecho para llevar el evangelio a los gentiles.
Cuando Bernabé partió de Jerusalén comisionado para estudiar la situación, fue a Tarso para buscar a Pablo y llevarlo a Antioquía, y juntos trabajaron en favor de los creyentes allí. Luego los enviaron en un viaje misionero, el primero de tres que Pablo realizó, que permitiría llevar el evangelio a través del Imperio Romano. El espinoso asunto, de si los gentiles creyentes debían obedecer las leyes judías antes de su conversión, originó muchos problemas en la iglesia primitiva. Pablo tuvo que batallar para convencer a los judíos de que Dios aceptó a los gentiles, pero debió emplear aún más tiempo para convencer a los gentiles de que eran aceptos a Dios.
En uno de sus viajes, Pedro fue a Lida, un pueblo a la orilla del Mar Mediterráneo, cerca de Jope. 
La sanidad de Eneas no fue la única que presenciaron en ese viaje.  Las noticias de sanidad llegaron a Jope, la ciudad vecina. 
Desde Jope, mandaron a llamar a Pedro para que orara por la sanidad de una buena mujer que estaba enferma de gravedad.
Para cuando Pedro llegó a Jope, Tabita ya había muerto. Muchas viudas habían sido beneficiadas por su generosidad, y lamentaban su muerte.
Dado que la mujer ya había muerto, Pedro pudo haber decidido marcharse, pero no lo hizo, sino que buscó la voluntad de Dios, y supo que el Señor quería levantar de los muertos a esta mujer virtuosa.  Este milagro trajo vida a muchos. 
Después de esto, Pedro se quedó en Jope por un tiempo.
En Jope, Pedro se hospedó en el hogar de Simón, un curtidor. Los curtidores hacían el cuero de la piel de animales. Es significativo que Pedro se alojara en casa de Simón debido a que el trabajo de curtidor involucra contacto con animales muertos y la Ley judía consideraba esta tarea inmunda. Pedro comenzó a romper sus prejuicios en contra de la gente y de las costumbres que no se adherían a las tradiciones religiosas judías.

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