LECTURA
DIARIA:
Juan
capítulo 19
El
azote pudo haber matado a Jesús. El procedimiento acostumbrado era desnudar la
parte superior del cuerpo de la víctima y atar sus manos a un pilar antes de
azotarlo con un látigo de tres puntas.
La cantidad de latigazos se determinaba
por la severidad del delito; bajo la Ley se permitían hasta cuarenta (Deuteronomio
25.3). Los soldados fueron más allá de la orden de azotar a Jesús; también se burlaron de su pretensión de realeza colocando una corona sobre su cabeza y un manto real sobre sus hombros.
Los
líderes religiosos no llevaron a Jesús ante Pilato por causar una rebelión
contra Roma, sino porque pensaban que había quebrantado sus leyes religiosas.
La blasfemia, uno de los delitos más serios en la Ley judía, merecía la pena de
muerte. Acusar a Jesús de blasfemia daría credibilidad a su caso ante los ojos
de los judíos; acusar a Jesús de traición daría credibilidad a su caso ante los
ojos de los romanos.
A
pesar de la presión y la persecución, Jesús permaneció impasible. En realidad
eran Pilato y los líderes religiosos los que se estaban juzgando, no Jesús. Los
líderes judíos buscaban con desesperación librarse de Jesús al punto que, a
pesar de su intenso odio por Roma, gritaban: "No tenemos más rey que César".
El
lugar llamado de la "Calavera" o Gólgota era una colina que se
hallaba en las afueras de Jerusalén, junto a una vía principal muy transitada.
Muchas ejecuciones se realizaban allí de modo que todos lo vieran y sirviera
como escarmiento a la gente. La crucifixión era una forma romana de castigar.
La crucifixión era una muerte terriblemente lenta y dolorosa. Pero Jesús, que
invierte la sabiduría del mundo, iniciaba así su reino. Su muerte y
resurrección darían un golpe mortal al gobierno de satanás y establecería su
autoridad eterna sobre la tierra.
Los
soldados romanos encargados de la crucifixión acostumbraban apropiarse de las
vestimentas de los condenados. Se repartieron sus vestidos, pero les costó
mucho determinar quién se llevaba su túnica, pieza valiosa de su vestimenta.
Aun
mientras agonizaba en la cruz, Jesús seguía ocupándose de su familia. Pidió a
Juan que se hiciera cargo de María, su madre.
Hasta
ese momento, un sistema complicado de sacrificios se ofrecía por los pecados.
El pecado separa al hombre de Dios y solo mediante el sacrificio de un animal,
un sustituto, la gente podía recibir perdón de su pecado y llegar a obtener
limpieza delante de Dios. Pero la gente peca continuamente, de modo que eran
necesarios sacrificios frecuentes. Jesús, sin embargo, fue el sacrificio final
por el pecado.
La
palabra consumado es la misma que se traduce "cancelado". Jesús vino
a consumar la salvación de Dios, a pagar la deuda total de nuestros pecados.
Con su muerte, el complejo sistema sacrificial terminaba porque Jesús cargó con
todos nuestros pecados. Ahora podemos acercarnos con libertad a Dios
por
lo que hizo a nuestro favor.
Jesús
estaba muerto cuando se acercaron los soldados romanos para comprobarlo, por
eso decidieron no quebrarle las piernas como lo hacían con otras víctimas.
Cuando atravesaron su costado y vieron la separación de la sangre y el agua
ratificaron que había fallecido.
José
de Arimatea y Nicodemo eran seguidores de Jesús a escondidas. Temían darse a
conocer por la posición que ocupaban en la comunidad judía. José era un líder y
miembro de honor del Sanedrín. Sin embargo, arriesgaron su reputación para dar
sepultura a Jesús.
La
tumba donde lo colocaron quizás era una cueva que se hallaba en una colina
rocosa. Era tan espaciosa que un hombre podía caminar dentro, de manera que
José y Nicodemo pusieron el cuerpo de Jesús dentro. Una piedra de gran tamaño
se colocó en la entrada. Al sepultar a Jesús, Nicodemo y José debieron apurarse
para no trabajar en el día de reposo, que empezaba el viernes al atardecer, con
la puesta del sol.
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