TIEMPO
DE REFLEXIÓN
"También
creyó Simón mismo, y después de bautizado estaba siempre con Felipe; y al ver
las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito."
Hechos
8. 13
"Cuando
vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el
Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder,
para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu
Santo."
Hechos
8. 18 – 19.
Simón
cumplió todo el ritual externo. Profesó creer, pero no experimentó una fe
salvadora; fue bautizado y llegó a ser amigo de Felipe. Sin embargo, no se
convirtió.
No
había experimentado un nuevo nacimiento espiritual. Tenían un conocimiento sólo
intelectual y acompañaban a los otros creyentes, pero en realidad no eran
salvos.
Hay
mucha gente también hoy como Simón el Mago. Muchos
Comienzan
a asistir a una iglesia, participan, pero que ellos mismos no han sido
genuinamente convertidos.
El
apóstol Pablo dijo, en su segunda carta a los Corintios, capítulo 13, versículo
5: "Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a
vosotros mismos".
Este
hombre, Simón, tenía todos las señales externas que le identificaban como un
cristiano. Respondió que creía en Jesús, y por tanto fue bautizado. Pero en
realidad, no era salvo. No tenía una fe genuina.
Simón,
quería pagar por el don. ¿Por qué? Porque este hombre era un estafador
religioso. Quería emplearlo para ganancia propia.
La
persecución de fuera no dañó a la Iglesia. Dispersó a los creyentes y en
realidad ayudó para la extensión del evangelio. Lo que dañó a la Iglesia fue la
entrada de personas que profesaban ser creyentes cuando en realidad no lo eran.
La Iglesia siempre resulta dañada desde sus mismas filas. Lo mismo ocurrió con
el Señor Jesús. Fue traicionado desde dentro. Uno de Sus propios discípulos le
traicionó ante Su nación. Y su propia nación le traicionó ante el Imperio
Romano, y el Imperio Romano le crucificó.
Y
todavía ocurre lo mismo en el día de hoy. La Iglesia es traicionada desde
dentro. Recordemos el caballo de madera que fue traído a la ciudad de Troya. La
ciudad era impenetrable. Era invulnerable hasta que el caballo fue introducido
en la ciudad. El diablo comenzó por perseguir a la Iglesia, luchando contra
ella desde fuera. Y descubrió que no tenía éxito, porque la persecución
simplemente difundía el evangelio. Entonces, decidió comenzar su trabajo desde
dentro.
Hoy
ocurre exactamente lo mismo, las sectas tradicionales que captaban seguidores
con falsas doctrinas, han sido expuestas y muchos están advertidos de sus
falsedades. Pero el enemigo se ha metido nuevamente, como en el libro de los
Hechos, sembrando falsos creyentes atraídos con enseñanzas parciales o
tergiversadas de la verdad que es la Palabra de Dios. Tengamos cuidado de no
estar enseñando un evangelio diferente como nos advierte el apóstol Pablo en su
carta a los Gálatas en el capítulo 1 versículo 8: “Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio
contrario al que os hemos anunciado, sea anatema”.
Dios les bendiga abundantemente.
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