TIEMPO
DE REFLEXIÓN
"Entonces
se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas,
ordenaron azotarlos con varas.
Después de haberlos azotado mucho, los echaron
en la cárcel, mandando al carcelero que los guardara con seguridad. El cual, al
recibir esta orden, los metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los
pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a
Dios; y los presos los oían. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban
himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran
terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al
instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Se
despertó el carcelero y, al ver abiertas las puertas de la cárcel, sacó la
espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Pero Pablo le
gritó: ¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí! Él entonces pidió una
luz, se precipitó adentro y, temblando, se postró a los pies de Pablo y de
Silas. Los sacó y les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos
dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa." Hechos 16. 22 - 31
Observemos
que Pablo y Silas fueron azotados y con sus espaldas laceradas, fueron echados
en la cárcel. Para mayor seguridad, el carcelero sujetó sus pies en el cepo.
Qué
escena maravillosa fue esta que a pesar de las circunstancias que estaban
viviendo, Pablo y Silas cantaban alabanzas a Dios mientras se hallaban en una
situación tan miserable.
¡No
fue extraño pues, que las puertas se abrieran!
El
carcelero era el responsable de estos presos, y naturalmente pensó que si las
puertas se habían abierto y las cadenas habían caído, los presos habrían huido.
Y él sería responsable de su huida y tendría que perder su vida por
incumplimiento de su deber. De modo que se dispuso a caer sobre su propia
espada.
Cuando
una persona se encuentra en una situación como ésta, piensa en la eternidad. Y
esto fue lo que este hombre hizo, como así lo indicó su pregunta a Pablo.
¿Qué
debe hacer una persona para ser salva?
Debe
creer en el Señor Jesucristo.
¿Podría
creer uno por otro miembro de su familia o por alguna otra persona?
No.
Debía creer en el Señor Jesucristo, y sería salvo; y si su familia creía en el
Señor Jesucristo, ellos también serían salvos.
¡Qué
diferencia!
En
una sola noche fueron azotados, arrojados en la cárcel, liberados por la
intervención directa de Dios y, finalmente, agasajados en la casa de estos
alegres creyentes recién convertidos a Cristo.
Dios
les bendiga abundantemente.
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