viernes, 26 de abril de 2019

Tiempo... Hechos 16. 22 - 31



TIEMPO DE REFLEXIÓN

"Entonces se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarlos con varas.
Después de haberlos azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardara con seguridad. El cual, al recibir esta orden, los metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Se despertó el carcelero y, al ver abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Pero Pablo le gritó: ¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí! Él entonces pidió una luz, se precipitó adentro y, temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas. Los sacó y les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa."  Hechos 16. 22 - 31

Observemos que Pablo y Silas fueron azotados y con sus espaldas laceradas, fueron echados en la cárcel. Para mayor seguridad, el carcelero sujetó sus pies en el cepo.
Qué escena maravillosa fue esta que a pesar de las circunstancias que estaban viviendo, Pablo y Silas cantaban alabanzas a Dios mientras se hallaban en una situación tan miserable.
¡No fue extraño pues, que las puertas se abrieran!
El carcelero era el responsable de estos presos, y naturalmente pensó que si las puertas se habían abierto y las cadenas habían caído, los presos habrían huido. Y él sería responsable de su huida y tendría que perder su vida por incumplimiento de su deber. De modo que se dispuso a caer sobre su propia espada.
Cuando una persona se encuentra en una situación como ésta, piensa en la eternidad. Y esto fue lo que este hombre hizo, como así lo indicó su pregunta a Pablo.
¿Qué debe hacer una persona para ser salva?
Debe creer en el Señor Jesucristo.
¿Podría creer uno por otro miembro de su familia o por alguna otra persona?
No. Debía creer en el Señor Jesucristo, y sería salvo; y si su familia creía en el Señor Jesucristo, ellos también serían salvos.
¡Qué diferencia! 
En una sola noche fueron azotados, arrojados en la cárcel, liberados por la intervención directa de Dios y, finalmente, agasajados en la casa de estos alegres creyentes recién convertidos a Cristo. 
Dios les bendiga abundantemente.

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