TIEMPO
DE REFLEXIÓN
"Después
de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto."
Hechos
18. 1
"Entonces
el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla y no calles,
porque yo estoy contigo y nadie pondrá sobre ti la mano para hacerte mal,
porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad." Hechos 18. 9 – 10.
Hoy
se puede viajar desde Atenas hasta Corinto en poco tiempo. Pero Pablo
probablemente lo hizo a pie. Seguramente se demoró mucho tiempo para recorrer
esa distancia.
La
ciudad de Corinto probablemente era la ciudad más perversa de aquel entonces.
Era la Sodoma y la Gomorra del Imperio Romano. Era el lugar a donde uno iría
para divertirse, traspasando todos los límites morales. Allí se ofrecían todos
los placeres sensuales. Hoy aún pueden verse allí las ruinas de un gran baño
romano. En la distancia están las ruinas del templo que había sido dedicado a
Afrodita (o Venus). Había allí unas mil llamadas vírgenes. Porque, en realidad,
éstas no eran vírgenes sino prostitutas. El sexo, pues, era una parte esencial
de la religión. Y había allí grandes teatros y otros centros de entretenimiento
y la gente venía de todas partes del Imperio.
Pablo
pues, entró en Corinto durante su segundo viaje misionero y nuevamente, en su
tercer viaje misionero, tuvo uno de sus ministerios más efectivos.
Mientras
que Éfeso era un centro de la religión; Corinto era un centro de pecado, de
expresión de todas las pasiones humanas. Ambas ciudades eran grandes centros
del comercio. Allí llegó Pablo procedente de Atenas.
Corinto
era el último lugar donde uno esperaría que el Señor tuviera un pueblo
numeroso.
Cuando
uno observa estas grandes ciudades de nuestros países, donde se puede apreciar
todo tipo de corrupción y de pecado, es difícil imaginar que el Señor pueda
tener un pueblo numeroso en esas ciudades. Sin embargo, esto fue lo que ocurrió
aquí en Corinto. Dijo el Señor: "Tengo mucho pueblo en esta ciudad".
Ahora, Pablo ya había estado en Corinto por mucho tiempo y estamos seguros de
que se sentía inquieto y estaría preguntándose si merecía la pena concentrarse
en esta ciudad. Cuando él se enfrentó con esta oposición, habrá estado
dispuesto a dirigirse a otra parte.
Sin
embargo, el Señor mismo intervino y retuvo a Pablo. Le dijo que quería que se
quedase allí, porque muchos en esa ciudad pertenecerían a Su pueblo.
Y
aun hoy hay muchos que Dios quiere rescatar y que sean parte de Su pueblo.
Dios
les bendiga abundantemente.
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