martes, 2 de abril de 2019

Leyendo... Juan capítulo 14



LECTURA DIARIA:
Juan capítulo 14

Las palabras de Jesús muestran que el camino a la vida eterna, a pesar de ser invisible, es seguro. Hay unos pocos versículos en las Escrituras que describen la vida eterna, pero estos pocos están llenos de promesas. Aquí Jesús dice: "Voy, pues, a preparar lugar para vosotros", y "vendré otra vez".

Este es uno de los pasajes más básicos e importantes de las Escrituras. ¿Cómo conoceremos el camino hacia Dios? Unicamente a través de Jesús. Él es el camino porque es a la vez Dios y Hombre.
Por ser el camino, Jesús es nuestra senda al Padre. Por ser la verdad, es la realidad de todas las promesas de Dios. Por ser la vida, une su vida divina a la nuestra, tanto ahora como eternamente.
 Jesús es la imagen visible, tangible, del Dios invisible. Es la revelación completa de lo que es Dios. Jesús explicó a Felipe, el que deseaba ver al Padre, que conocerlo a Él equivalía a conocer a Dios.
Jesús no dice que sus discípulos harían milagros más asombrosos. Más bien significaba que los discípulos, obrando mediante el poder del Espíritu Santo, llevarían el evangelio del Reino de Dios desde Palestina hasta todo el mundo. Cuando Jesús dice que podemos pedir lo que sea, debemos recordar que nuestra petición debe ser en su nombre; es decir, de acuerdo con el carácter y la voluntad de Dios. Dios no concederá peticiones contrarias a su naturaleza o a su voluntad, y no podemos usar su nombre como fórmula mágica para satisfacer nuestros deseos egoístas. Si seguimos a Dios con sinceridad y procuramos hacer su voluntad, nuestras peticiones estarán en línea con lo que El desea y las concederá.
Jesús pronto iba a dejar a sus discípulos, pero seguiría con ellos. El Consolador, el Espíritu mismo de Dios, vendría después que Jesús se marchase para cuidar y guiar a los discípulos. El poder regenerador del Espíritu vino sobre los discípulos antes de la ascensión de Jesús y se derramó sobre los creyentes en Pentecostés, poco después que Jesús ascendiese al cielo.
El Espíritu Santo es una persona poderosa que está de nuestra parte, obrando por nosotros y con nosotros.
Los siguientes capítulos enseñan estas verdades acerca del Espíritu Santo: estará con nosotros para siempre (14.16); el mundo en general no puede recibirlo (14.17); mora con nosotros y está en nosotros (14.17); nos enseña (14.26); nos recuerda las palabras de Jesús (14.26; 15.26); nos convence de pecado, nos muestra la justicia de Dios y anuncia que Dios juzgará la maldad (16.8); nos guía a la verdad y nos comunica las cosas que vendrán (16.13); glorifica a Cristo (16.14). El Espíritu Santo se ha mantenido activo entre las personas desde el principio de los tiempos, pero después de Pentecostés (Hechos 2) vino a vivir en todos los creyentes. Hay muchas personas que no se percatan de las actividades del Espíritu Santo; pero a quienes oyen las palabras de Cristo y entienden el poder del Espíritu, Él les da una manera totalmente nueva de ver la vida.
Cuando Jesús dijo: "vendré a vosotros", lo decía de verdad. Aunque Jesús ascendió al cielo, envió al Espíritu Santo a vivir en los creyentes, y tener al Espíritu Santo equivale a tener a Jesús mismo.
Jesús dijo que sus seguidores demuestran amor por El al obedecerlo. El amor no es solo bellas palabras; es compromiso y conducta.
Como los discípulos seguían esperando que Jesús estableciese un reino terrenal y derrocase a Roma, les resultaba difícil entender por qué no le decía al mundo en general que Él era el Mesías.
Jesús prometió a los discípulos que el Espíritu Santo los ayudaría a recordar lo que Él les enseñó. Los discípulos fueron testigos de la vida y las enseñanzas de Jesús, y el Espíritu Santo los ayudó a recordar sin omitir sus perspectivas individuales.
El resultado final de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas es una paz profunda y duradera. A diferencia de la paz del mundo, cuya definición suele ser ausencia de conflicto, esta paz es una confiada seguridad en cualquier circunstancia; con la paz de Cristo, no tenemos por qué temer al presente ni al futuro.
En su condición de Dios el Hijo, Jesús se somete voluntariamente a Dios el Padre. En la tierra, Jesús también se sometió a muchas de las limitaciones físicas de su humanidad.
A pesar de que satanás, el príncipe de este mundo, no pudo vencer a Jesús, muchas veces tuvo la arrogancia de intentarlo. El poder de satanás solo existe porque Dios le permite actuar.

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