LECTURA
DIARIA:
Juan
capítulo 14
Las
palabras de Jesús muestran que el camino a la vida eterna, a pesar de ser
invisible, es seguro. Hay unos pocos versículos en las Escrituras que describen
la vida eterna, pero estos pocos están llenos de promesas. Aquí Jesús dice:
"Voy, pues, a preparar lugar para vosotros", y "vendré otra
vez".
Este
es uno de los pasajes más básicos e importantes de las Escrituras. ¿Cómo
conoceremos el camino hacia Dios? Unicamente a través de Jesús. Él es el camino
porque es a la vez Dios y Hombre.
Por
ser el camino, Jesús es nuestra senda al Padre. Por ser la verdad, es la
realidad de todas las promesas de Dios. Por ser la vida, une su vida divina a
la nuestra, tanto ahora como eternamente.
Jesús es la imagen visible, tangible, del Dios
invisible. Es la revelación completa de lo que es Dios. Jesús explicó a Felipe,
el que deseaba ver al Padre, que conocerlo a Él equivalía a conocer a Dios.
Jesús
no dice que sus discípulos harían milagros más asombrosos. Más bien significaba
que los discípulos, obrando mediante el poder del Espíritu Santo, llevarían el
evangelio del Reino de Dios desde Palestina hasta todo el mundo. Cuando Jesús
dice que podemos pedir lo que sea, debemos recordar que nuestra petición debe
ser en su nombre; es decir, de acuerdo con el carácter y la voluntad de Dios.
Dios no concederá peticiones contrarias a su naturaleza o a su voluntad, y no
podemos usar su nombre como fórmula mágica para satisfacer nuestros deseos
egoístas. Si seguimos a Dios con sinceridad y procuramos hacer su voluntad,
nuestras peticiones estarán en línea con lo que El desea y las concederá.
Jesús
pronto iba a dejar a sus discípulos, pero seguiría con ellos. El Consolador, el
Espíritu mismo de Dios, vendría después que Jesús se marchase para cuidar y
guiar a los discípulos. El poder regenerador del Espíritu vino sobre los
discípulos antes de la ascensión de Jesús y se derramó sobre los creyentes en
Pentecostés, poco después que Jesús ascendiese al cielo.
El
Espíritu Santo es una persona poderosa que está de nuestra parte, obrando por nosotros
y con nosotros.
Los
siguientes capítulos enseñan estas verdades acerca del Espíritu Santo: estará
con nosotros para siempre (14.16); el mundo en general no puede recibirlo
(14.17); mora con nosotros y está en nosotros (14.17); nos enseña (14.26); nos
recuerda las palabras de Jesús (14.26; 15.26); nos convence de pecado, nos
muestra la justicia de Dios y anuncia que Dios juzgará la maldad (16.8); nos
guía a la verdad y nos comunica las cosas que vendrán (16.13); glorifica a
Cristo (16.14). El Espíritu Santo se ha mantenido activo entre las personas
desde el principio de los tiempos, pero después de Pentecostés (Hechos 2) vino
a vivir en todos los creyentes. Hay muchas personas que no se percatan de las
actividades del Espíritu Santo; pero a quienes oyen las palabras de Cristo y
entienden el poder del Espíritu, Él les da una manera totalmente nueva de ver
la vida.
Cuando
Jesús dijo: "vendré a vosotros", lo decía de verdad. Aunque Jesús
ascendió al cielo, envió al Espíritu Santo a vivir en los creyentes, y tener al
Espíritu Santo equivale a tener a Jesús mismo.
Jesús
dijo que sus seguidores demuestran amor por El al obedecerlo. El amor no es
solo bellas palabras; es compromiso y conducta.
Como
los discípulos seguían esperando que Jesús estableciese un reino terrenal y
derrocase a Roma, les resultaba difícil entender por qué no le decía al mundo
en general que Él era el Mesías.
Jesús
prometió a los discípulos que el Espíritu Santo los ayudaría a recordar lo que Él
les enseñó. Los discípulos fueron testigos de la vida y las enseñanzas de
Jesús, y el Espíritu Santo los ayudó a recordar sin omitir sus perspectivas
individuales.
El
resultado final de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas es una paz
profunda y duradera. A diferencia de la paz del mundo, cuya definición suele
ser ausencia de conflicto, esta paz es una confiada seguridad en cualquier
circunstancia; con la paz de Cristo, no tenemos por qué temer al presente ni al
futuro.
En
su condición de Dios el Hijo, Jesús se somete voluntariamente a Dios el Padre.
En la tierra, Jesús también se sometió a muchas de las limitaciones físicas de
su humanidad.
A
pesar de que satanás, el príncipe de este mundo, no pudo vencer a Jesús, muchas
veces tuvo la arrogancia de intentarlo. El poder de satanás solo existe porque
Dios le permite actuar.
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