TIEMPO
DE REFLEXIÓN
"Había
en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la
Italiana.
Cornelio era piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía
muchas limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios. Éste vio claramente en una
visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él
estaba y le decía: ¡Cornelio! Él, mirándolo fijamente, y atemorizado, dijo:
¿Qué es, Señor? Le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria
delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que
tiene por sobrenombre Pedro. Éste se hospeda en casa de cierto Simón, un
curtidor que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que
hagas." Hechos 10. 1 – 6
Este
centurión era un oficial del ejército romano, un soldado profesional. Era un
hombre de influencia. También tenía una influencia grande sobre su propia
familia, e influía sobre todos en su derredor. Al parecer, era un buen hombre,
desde cualquier punto de vista. Hoy en día, muchos le considerarían un
cristiano de los más buenos, un hombre sobresaliente. Pero en realidad no era
cristiano. No había escuchado el Evangelio. Nunca había aceptado a Jesucristo
como su Salvador.
Este
es un ejemplo de un hombre que vivía según la luz espiritual que tenía. Juan
1.9 dice así, acerca de Jesús: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo
hombre, venía a este mundo". Este centurión romano no había conocido a
Jesucristo ni había entrado en Su presencia. Pero vivía según la luz que tenía.
A esto se refirió Pablo en Romanos 1.19 y 20 cuando dijo: "Porque lo que
de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Lo invisibles
de él, su eterno poder y su deidad, se hace claramente visible desde la
creación del mundo, y se puede discernir por medio de las cosas hechas. Por lo
tanto, no tienen excusa".
Ahora,
¿cómo haría Dios para que le llegase el Evangelio a Cornelio? Los obstáculos
parecían insuperables. La iglesia en aquel entonces, y por los primeros 8 años,
estuvo integrada enteramente por Israelitas. Estos judíos cristianos
acostumbraban a ir al templo y todavía cumplían muchas costumbres judías.
Podían seguir haciendo esto aun estando en la época de la gracia, porque
estaban confiando en Cristo. Más tarde el Evangelio penetró en Samaria.
Fue
Simón Pedro, quien abriría la puerta a los no judíos. Dios usó al fanático con
más prejuicios; a la persona más intolerante; al extremista más grande de aquel
grupo de cristianos, para llevar a cabo este plan.
El
Espíritu Santo dirigió todos los movimientos encaminados a hacer que el
Evangelio llegara a los no judíos.
Las
oraciones de Cornelio habían llegado delante de Dios y, en consecuencia, Dios
le trajo el Evangelio.
Dondequiera
que haya una persona que busque a Dios así como lo buscó Cornelio, esa persona
va a escuchar el Evangelio de la gracia de Dios.
Dios
les bendiga abundantemente.
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