sábado, 6 de abril de 2019

Leyendo... Juan Capítulo 18.



LECTURA DIARIA:
Juan capítulo 18

Los alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos quizás eran miembros de la guardia del templo; eran judíos a quienes los líderes religiosos delegaron autoridad para efectuar arrestos en casos de infracciones menores.
Los soldados tal vez hayan sido una pequeña compañía de soldados romanos que no participaron del arresto, sino que acompañaron a la guardia del templo para asegurarse de que la situación no se descontrolara.
A partir del arresto de Jesús, la vida de cada uno sería radicalmente diferente. Judas traicionó abiertamente a Jesús delante de los otros discípulos.
Después de comer la cena de Pascua en el aposento alto, Jesús y sus discípulos fueron al Getsemaní, lugar donde la guardia del templo, guiado por Judas, arrestaría a Jesús. De ahí lo llevarían a la casa de Caifás para el primero de sus muchos juicios.
Anás y Caifás fueron sumos sacerdotes. De acuerdo con la ley judía, esta posición era vitalicia. Por lo tanto, muchos judíos seguían considerando a Anás como sumo sacerdote y lo seguían llamando por ese título. Pero, aunque Anás seguía teniendo mucha autoridad entre los judíos, Caifás tomaba las decisiones finales. Tanto Caifás como Anás se interesaban más por sus ambiciones políticas que por su responsabilidad de guiar al pueblo hacia Dios. A pesar de ser líderes religiosos, se volvieron malvados. En su condición de líderes espirituales, debieran haber sido sensibles a la revelación de Dios. Debieran haber sabido que Jesús era el Mesías del cual hablaban las Escrituras y debieran haber conducido al pueblo hacia Él.
Los líderes religiosos sabían que no tenían de qué acusar a Jesús, así que trataron de acumular evidencias en su contra mediante el uso de falsos testigos
Los otros Evangelios dicen que las tres negaciones de Pedro ocurrieron cerca de un fuego en el patio exterior del palacio de Caifás. En el relato de Juan la primera negación aparece afuera de la casa de Anás y las otras dos afuera de la casa de Caifás. Es probable que hayan ocurrido en el mismo patio. Este hecho cumplió las palabras que Jesús dijo a Pedro después que él prometiese que jamás lo negaría.
Pilato, tuvo a su cargo a Judea (la región donde estaba localizada Jerusalén) Pilato no era popular entre los judíos porque saqueó el tesoro del templo buscando dinero para construir un acueducto. Cuando Jesús, estuvo de pie ante él, Pilato lo halló inocente. Pilato sabía lo que ocurría; sabía que los líderes religiosos odiaban a Jesús y no quería servirles de verdugo. No podían condenarlo a muerte, el permiso debía venir de un líder romano. Pero Pilato en un inicio se negó a sentenciar a Jesús sin evidencia suficiente. La vida de Jesús pasó a ser un peón en la lucha del poder político.
Pilato intentó dejar que los demás decidiesen por él y al final salió perdiendo. La crucifixión era un método común de ejecución para criminales que no eran ciudadanos de Roma.
Jesús fue llevado del juicio ante el Sanedrín judío al juicio ante el procurador romano Pilato, en la Torre Antonia. Pilato lo envió a Herodes, pero este no demoró en mandarlo a Pilato. Respondiendo a las amenazas de la turba, Pilato por último accedió a que Jesús fuera crucificado.
Pilato formuló a Jesús una pregunta directa y este respondió con claridad. Jesús es un Rey, pero un rey cuyo Reino no es de este mundo. Al parecer, en la mente de Pilato no había duda de que Jesús decía la verdad y era inocente de cualquier delito. También parece evidente que a pesar de reconocer la verdad, Pilato decidió rechazarla.
Barrabás era un rebelde contra Roma y, a pesar de haber cometido homicidio, quizás era un héroe entre los judíos. Los judíos detestaban que Roma los gobernase y tener que pagar impuestos al despreciado gobierno. A Barrabás, que dirigió una rebelión fallida, lo liberaron en lugar de Jesús, el único que en verdad podía ayudar a Israel.


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