LECTURA
DIARIA:
Juan
capítulo 15
En
el Antiguo Testamento, las uvas simbolizaban la capacidad de Israel de llevar
fruto haciendo la obra de Dios en la tierra.
Cristo
es la vid y Dios es el labrador que cuida de los pámpanos para lograr que
produzcan fruto. Los pámpanos son todos los que se declaran seguidores de
Cristo. Los pámpanos fructíferos son los verdaderos creyentes que mediante su
unión viva con Cristo llevan mucho fruto. Pero a los que se tornan
improductivos, a los que se arrepienten de seguir a Cristo después de
comprometerse superficialmente, se les separará de la vid. Ser improductivos es
como estar muertos, por lo cual los cortarán y los echarán fuera.
Las
ramas que llevan fruto se limpian a fin de promover el crecimiento. En otras
palabras, a veces Dios debe disciplinarnos para fortalecer nuestro carácter y
nuestra fe. Pero las ramas que no llevan fruto se quitan del tronco porque no
solo son inútiles, sino que a menudo afectan el resto del árbol.
El
fruto no se limita a ganar almas. En este capítulo, la oración respondida, el
gozo y el amor se mencionan como fruto.
Permanecer
en Cristo significa: creer que Él es el Hijo de Dios, recibirlo como Señor y
Salvador, hacer lo que Dios dice, seguir creyendo en el evangelio, y relacionarse en amor con la comunidad de
creyentes.
Jesús
dice que la única manera de llevar una vida buena de veras es permanecer cerca
de Él, como un pámpano unido a la vid. Separados de Cristo, nuestros esfuerzos
no llevan fruto.
Cuando
una vid lleva "mucho fruto", Dios se glorifica, pues cada día envía
el sol y la lluvia para hacer crecer los cultivos, y alimenta cada plantita y
la prepara para que florezca.
Esta
analogía de la agricultura muestra cómo Dios se glorifica cuando la gente
establece una buena relación con El y comienza a "llevar mucho fruto"
en sus vidas.
El
gozo viene de una firme relación con Jesucristo. Cuando nuestras vidas están
entrelazadas con la de Cristo, Él nos ayuda a atravesar la adversidad sin
hundirnos en depresiones debilitantes y administrar la prosperidad sin
trasladarnos a alturas engañosas. El gozo de vivir con Jesucristo cada día nos
mantendrá equilibrados a pesar de los altibajos de nuestras circunstancias. Debemos
amarnos unos a otros como nos amó Jesús, y Él nos amó tanto que dio su vida por
nosotros.
Como
Jesucristo es Señor y Amo, debiera llamarnos siervos; pero nos llama amigos.
Cuánto consuelo y seguridad nos da que el Señor nos haya escogido como amigos
de Cristo. Como Él es Señor y Amo, le debemos nuestra obediencia plena. Pero
por sobre todo, Jesús nos pide que le obedezcamos por amor.
Jesús
tomó la primera decisión: amar y morir por nosotros, invitarnos a vivir con Él
para siempre.
Una
vez más Jesús ofrece esperanza. El Espíritu Santo da fortaleza para soportar el
odio y la maldad irracionales de nuestro mundo y la hostilidad que muchos
tienen para con Cristo.
Jesús
usa dos nombres para referirse al Espíritu Santo: Consolador y Espíritu de
verdad. La palabra Consolador trasmite el concepto de la ayuda, aliento y
fortalecimiento que recibimos del Espíritu. Espíritu de verdad señala hacia la
obra de enseñanza, iluminación y rememoración. El Espíritu Santo ministra a la
mente y al corazón, y ambas dimensiones son importantes.
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