TIEMPO
DE REFLEXIÓN
"Entonces
Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha
enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de todo lo que el
pueblo de los judíos esperaba.
Al darse cuenta de esto, llegó a casa de María,
la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos. Muchos estaban allí
reunidos, orando. Cuando Pedro llamó a la puerta del patio, salió a atender una
muchacha llamada Rode la cual, al reconocer la voz de Pedro, de gozo no abrió
la puerta, sino que corriendo adentro dio la nueva de que Pedro estaba a la
puerta. Ellos le dijeron: ¡Estás loca! Pero ella aseguraba que así era.
Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!"
Hechos
12. 11 – 15.
La
iglesia en aquel entonces, no tenía edificios así como los tenemos hoy. Hoy
cuando hablamos de una iglesia, por lo general nos referimos a un edificio.
Pero la iglesia, según la Biblia, es el cuerpo de creyentes. En el principio,
se congregaban en las casas de los creyentes en Cristo.
Al
parecer, la madre de Juan Marcos era una mujer con recursos y debe haber tenido
una casa lo suficientemente grande como para que se reunieran allí todos los
miembros de la iglesia. Y estaban todos reunidos allí aquella misma noche
orando a Dios para que Pedro fuera liberado.
Aquellos
eran días de persecución y cuando Pedro tocó a la puerta era importante saber
quién estaba llamando a la puerta.
Esta
muchacha estaba tan agitada al escuchar solo la voz de Pedro que simplemente lo
dejó esperando fuera, mientras ella corría hacia donde la congregación estaba orando.
Ella
les dijo que Pedro estaba a la puerta, y ellos le dijeron que ella estaba loca.
Ellos no creían que allí a la puerta estuviera una especie de ángel guardián de
Pedro. Creían que era su espíritu. En otras palabras, creyeron que Pedro había
muerto, que había sido ejecutado por Herodes.
La
iglesia había estado orando para que Simón Pedro fuera puesto en libertad. Pero
cuando fue liberado, no lo creyeron.
Así
sucede muchas veces con nuestras oraciones.
Cuando
recibimos una respuesta a una oración, nos alegramos mucho y hablamos tanto de
ella y nos comportamos como si en verdad estuviéramos sorprendidos; porque en
realidad no esperábamos ninguna contestación. Y quedamos realmente asombrados.
Sin embargo, Dios oye y contesta nuestras oraciones. ¡Cuán bondadoso es Dios!
Dios
les bendiga abundantemente.
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