TIEMPO
DE REFLEXIÓN
"Ellos,
pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria
contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los
hermanos.
Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la iglesia, por los
apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con
ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se
levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley
de Moisés." Hechos 15. 3 – 5.
Pablo
y Bernabé presentaron su informe a la Iglesia en Jerusalén, así como también lo
habían dado en la Iglesia de Antioquía. Les informaron de cómo habían predicado
el evangelio a hombres y mujeres por todas partes en el país de Galacia, y que
muchas de esas personas habían aceptado a Cristo. Se trataba de personas que no
sabían nada sobre la ley de Moisés; simplemente confiaban en Cristo, y debido a
su fe eran salvos.
Pero
surgió un problema, algunos creyentes querían añadirle algo al evangelio.
Pero
cuando se quiere añadirle algo al evangelio, ya no será entonces el evangelio,
sino una religión, considerada como un conjunto de ritos.
La
única manera que tenemos para acercarnos a Jesucristo, es por medio de la fe.
Todos tenemos que llegar a Cristo por la fe. No hay otra manera sino sólo por
la fe. Dios no nos dejará venir a Cristo de alguna otra manera.
El
mismo Señor Jesucristo dijo en el evangelio según Juan, capítulo 14, versículo
6: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí". Incluyó en esta declaración a todo el mundo.
Hay
una sola pregunta que Dios hará al mundo perdido. Y esta pregunta es: ¿Qué has
hecho con Mi Hijo, quien murió por ti?" Dios no va a preguntar, "¿Te
portaste bien?" o, "¿asististe a la Iglesia?" o, ¿cumpliste este
rito o aquella ceremonia?"
El
punto clave es lo que hagamos con el Hijo de Dios. ¿Aceptar al Hijo de Dios,
quien murió por nosotros y resucitó? ¿Ponemos nuestra confianza en Él?
Dice
el Señor: "Nadie viene al Padre, sino por mí". Es como si Dios
estuviera diciendo: "Mi hijo murió por ti. ¿Qué harás tú con Él?"
La
respuesta a esa pregunta determina nuestro destino eterno.
Dios
les bendiga abundantemente.
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