jueves, 25 de abril de 2019

Tiempo... Hechos 15. 3 - 5



TIEMPO DE REFLEXIÓN

"Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la iglesia, por los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés." Hechos 15. 3 – 5.

Pablo y Bernabé presentaron su informe a la Iglesia en Jerusalén, así como también lo habían dado en la Iglesia de Antioquía. Les informaron de cómo habían predicado el evangelio a hombres y mujeres por todas partes en el país de Galacia, y que muchas de esas personas habían aceptado a Cristo. Se trataba de personas que no sabían nada sobre la ley de Moisés; simplemente confiaban en Cristo, y debido a su fe eran salvos.
Pero surgió un problema, algunos creyentes querían añadirle algo al evangelio.
Pero cuando se quiere añadirle algo al evangelio, ya no será entonces el evangelio, sino una religión, considerada como un conjunto de ritos.
La única manera que tenemos para acercarnos a Jesucristo, es por medio de la fe. Todos tenemos que llegar a Cristo por la fe. No hay otra manera sino sólo por la fe. Dios no nos dejará venir a Cristo de alguna otra manera.
El mismo Señor Jesucristo dijo en el evangelio según Juan, capítulo 14, versículo 6: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí". Incluyó en esta declaración a todo el mundo.
Hay una sola pregunta que Dios hará al mundo perdido. Y esta pregunta es: ¿Qué has hecho con Mi Hijo, quien murió por ti?" Dios no va a preguntar, "¿Te portaste bien?" o, "¿asististe a la Iglesia?" o, ¿cumpliste este rito o aquella ceremonia?"
El punto clave es lo que hagamos con el Hijo de Dios. ¿Aceptar al Hijo de Dios, quien murió por nosotros y resucitó? ¿Ponemos nuestra confianza en Él?
Dice el Señor: "Nadie viene al Padre, sino por mí". Es como si Dios estuviera diciendo: "Mi hijo murió por ti. ¿Qué harás tú con Él?"
La respuesta a esa pregunta determina nuestro destino eterno. 
Dios les bendiga abundantemente.

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