domingo, 1 de octubre de 2017

Leyendo... Salmo 10


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LECTURA DIARIA:
Salmo 10

Para el salmista, Dios parecía estar muy lejos. Pero aun cuando tenía sinceras dudas, no dejó de orar ni pensó que Dios ya no estaba interesado. No se estaba quejando. Simplemente le estaba pidiendo a Dios que acelerara su ayuda. Es durante los momentos en los que nos sentimos más solos u oprimidos cuando más necesitamos orar, y hablarle a Dios de nuestros problemas. 
Algunas personas triunfan en todo lo que emprenden, y se jactan de que nadie, ni siquiera Dios, los puede derribar. Podemos preguntarnos por qué Dios permite que esa gente amase grandes fortunas siendo que lo desprecian en la forma en la que lo hacen. Pero, no debemos molestarnos, ni enojarnos cuando el malvado prospera. Debemos tener la perspectiva adecuada de la maldad y de la riqueza. Con certeza el malvado será castigado debido a que Dios odia sus acciones perversas. La riqueza solo es temporal y no es un símbolo de la aprobación de Dios de la vida de una persona, como tampoco la falta de ella será una señal de la desaprobación de Dios. No permita que la riqueza o la falta de ella se vuelvan una obsesión. 
Hay incompatibilidad entre la arrogancia ciega y la presencia de Dios en nuestros corazones. La gente soberbia depende de sí misma y no de Dios. Esto provoca que las influencias que Dios usa para guiarlo abandonen su vida. Cuando la presencia de Dios es acogida, no hay lugar para la soberbia ya que El nos hace conscientes de nuestro verdadero yo. 
Dios ve y toma nota de cada mala acción, escucha nuestras súplicas y consuela nuestros corazones. La presencia de Dios siempre está con nosotros. Podemos enfrentarnos a los malvados porque no los enfrentamos solos. Dios está de nuestro lado.

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