sábado, 28 de octubre de 2017

Leyendo... Salmos 37


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LECTURA DIARIA:
Salmos 37

Nunca deberíamos envidiar al malvado, aun cuando algunos quizás sean muy populares o excesivamente ricos. No importa cuánto tengan, se debilitarán y desaparecerán como la hierba que se corta y se seca. Los que siguen a Dios viven de manera diferente a los malvados y, al final, tendrán tesoros mayores en el cielo. Lo que los incrédulos obtienen puede durar lo mismo que la vida.
Lo que tenemos, al seguir a Dios perdura para siempre.
David nos llama a deleitarnos en el Señor y a entregarle todo lo que tenemos y hacemos ("tu camino").
Deléitate significa experimentar gran placer y gozarse en la presencia de alguien. Esto sucede únicamente cuando conocemos muy bien a esa persona. Por lo tanto, para deleitarnos en el Señor, debemos conocerle mejor. El conocimiento de su gran amor por nosotros nos dará deleite.
Encomienda significa confiarle todo al Señor: vida, familia, trabajo y posesiones, para su control y dirección. Encomendarnos al Señor significa confiar (37.5) y creer que El cuidará de nosotros mejor de lo que nosotros pudiéramos hacerlo.
Deberíamos estar dispuestos a esperar con paciencia (37.7) para que El haga lo que es mejor para nosotros.
La ira y el enojo son dos de las emociones más destructivas. Revelan una falta de fe en que Dios nos ama y está al timón de nuestras vidas. No debemos disgustarnos. En cambio, debemos confiar en el Señor, entregándonos a El para su servicio y para que nos ponga a salvo.
Dios ordena y afirma los pasos del que le busca. Los hijos de los justos no tendrán hambre porque otros creyentes los ayudarán en sus momentos de necesidad. En los días de David, Israel obedeció las leyes de Dios que establecían que se debía tratar a los pobres con justicia y misericordia. Mientras Israel fue obediente, hubo suficiente comida para todos. Cuando Israel se olvidó de Dios, los ricos cuidaron de sí mismos y los pobres sufrieron. Es difícil esperar con paciencia la acción de Dios cuando queremos un cambio inmediato. Pero Dios promete que si nos sometemos a su tiempo, El nos exaltará. Pedro dice: "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que El os exalte cuando fuere tiempo" (1 de Pedro 5.6)
Seamos pacientes, haciendo con mansedumbre la obra que Dios nos ha asignado, y permitamos que El decida el mejor momento para cambiar nuestras circunstancias.

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