domingo, 1 de octubre de 2017

Un momento... MUJERES DE LA BIBLIA: MARÍA UNA VIDA DE FE, OBEDIENCIA Y HUMILDAD

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UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
MUJERES DE LA BIBLIA: MARÍA UNA VIDA DE FE, OBEDIENCIA Y HUMILDAD

“¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo; bendita eres tú entre las mujeres”, fueron las palabras pronunciadas por el ángel Gabriel en su encuentro con María, la madre de Jesús. Tanto el Evangelio de Mateo como el de Lucas nos dicen que, al oír estas palabras, María quedó confusa y perturbada… ¡y no era para menos!
María era apenas una adolescente. Ella estaba comprometida para casarse con un joven llamado José, cuando una noche un ángel vino a darle la gran noticia de que ella iba a ser la madre del Mesías prometido.
Es difícil pensar que haya alguien en el mundo cristiano que no conozca la historia de esta mujer. Algunos han optado por venerarla y equivocadamente idolatrarla, pero estos graves errores no deben impedirnos ver su vida y sus actos como dignos de imitarse, de una manera similar a como el apóstol Pablo nos ordena dos veces a imitarle a Él (1 de Corintios 11.1, Filipenses 3.17), y como Hebreos 11 nos muestra un listado de siervos de DIOS del pasado para alentarnos en nuestra carrera. 
Algunas cosas que podemos aprender de María son su fe, su obediencia y su humildad.
Muchos pudieran pensar que su pregunta sobre cómo sería el dar a luz al hijo anunciado era falta de fe. Sin embargo, a diferencia de Zacarías quien había puesto en duda las palabras de ángel (Lucas 1.18), María no insinuó la imposibilidad de que esto sucediera. La pregunta de ella parece ser el producto de una curiosidad genuina por saber los detalles de cómo DIOS haría este milagro. María confiaba en el DIOS todopoderoso, y su fe puesta en las promesas de DIOS la capacitó para obedecer.
A la noticia del ángel, María responde: “Aquí tienes a la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1.38). Su actitud de servicio y obediencia al Señor superaban por mucho sus inquietudes acerca del futuro. 
La fe que habilitó a María para obedecer vino por su inmersión en la Palabra de Dios.
Lo primero que ella dice en su cántico es que su espíritu se alegraba en DIOS su Salvador (Lucas 1.47), dejándonos ver cuán clara tenía su necesidad de salvación. 
Después vemos su vasto conocimiento del Antiguo Testamento, ya que los versículos siguientes cuentan con fragmentos muy similares a la oración de Ana en 1 de Samuel 2.1-10. 
La humildad distingue a María de entre las otras mujeres piadosas de la Biblia. Pensemos un poco en lo que ella tenía en sus manos: ser elegida por DIOS entre todas las mujeres para llevar en su vientre al salvador. Desde una perspectiva humana, ¡esta madre tenía al Hijo perfecto! Desde una perspectiva divina, a esta mujer se le había otorgado el mayor de los privilegios.
Estas dos concesiones hubieran llenado de arrogancia y orgullo a cualquier mujer. Pero todo lo contrario, su reacción fue un despliegue de adoración y gloria al Señor. En ninguna parte leemos que María haya ido por todo el pueblo pregonando la visita de los pastores o la de los magos, ni la vemos haciendo alarde ni promocionando a su hijo. 
La Biblia solo dice que después de presenciar estos eventos María “atesoraba todas estas cosas en su corazón”. Humildad era una de sus mayores virtudes, digna de imitar (Lucas 2.19; -51)
La humildad, es una justa evaluación de lo que somos y un entendimiento de que lo que tenemos es producto de la gracia de DIOS. Este entendimiento aplaca la arrogancia y el orgullo y nos enfoca en el verdadero protagonista de nuestra vida: DIOS.
La fe, el conocimiento de DIOS, y sobre todo la humildad, permitieron que María estuviera en pie hasta el fin y con sus ojos puestos en el Señor, tanto en los tiempos de asombro ante ángeles y sabios, como ante la cruel realidad de ver a su Hijo inocente morir en una cruz.
Ninguna de las cualidades de María, completamente dignas de imitar, apunta a ella misma. Todo lo que hemos visto apunta a ese Hijo que por gracia estuvo en su vientre; ese Hijo que sería el salvador de su propia vida y de la humanidad; ese Hijo que vivió en total obediencia al Padre y que es la personificación misma de la humildad.
La vida de María y el ejemplo de su carácter nos llevan a exaltar al único digno de toda gloria. Así como María podemos proclamar “Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1. 46-47).
Dios les bendiga abundantemente.

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