Con los campamentos de Israel a plena vista, Balaam ordenó a Balac que se construyeran siete altares y se ofrendara un novillo y un carnero en cada uno.
Habían pasado treinta y siete años desde la primera misión espía de Israel en la tierra prometida (Números 13, 14) y cuarenta años desde el Éxodo de Egipto.
Aquí se pone énfasis en la responsabilidad de los levitas de guardar el tabernáculo y de los sacerdotes de guardar el altar y el santuario contra la contaminación por los no autorizados. Pero no era suficiente guardar el tabernáculo; todo el campamento de Israel debía ser santo porque Jehová es santo.
La controversia del pueblo con Moisés y Aarón acerca del sacerdocio, fue de tal magnitud que exigía un arreglo decisivo y autoritario. Para quitar toda duda y acallar toda murmuración en el porvenir acerca del poseedor del oficio, se obró un milagro de un carácter notable y duración permanente.
Coré y sus asociados habían visto las ventajas del sacerdocio en Egipto. Los sacerdotes egipcios tenían grandes riquezas e influencia política, algo que Coré deseaba para sí mismo.
Se dan instrucciones completas sobre las ofrendas de harina y de la libación. El comienzo de esta enseñanza es muy alentador. “Cuando hayáis entrado en la tierra de vuestra habitación que yo os doy”.
Al escuchar el mal informe de los espías, el pueblo se quejó a gritos contra Moisés y contra Dios. Preferían morir en el desierto en vez de entrar en la tierra. Además, propusieron volver a Egipto.
En este capítulo se toca de alguna manera la autoridad profética de Moisés con la protesta de Aarón y María. Se trata del matrimonio de Moisés con una mujer no israelita, lo cual lleva a María y Aarón a desafiar su autoridad como enviado de Jehová.
Este capítulo contiene dos relatos de lugares recordados por el castigo que el Señor propinó al pueblo: Tabera y Kibrot Hataava (significa «tumbas de los codiciosos»)
Después de que se hubiese levantado, ungido y consagrado el tabernáculo, los líderes de las doce tribus trajeron obsequios y ofrendas para su uso y mantenimiento. Todo el pueblo participó: era el tabernáculo de todos.
En los días de Moisés, un voto personal era tan obligatorio como un contrato por escrito. Una cosa era decir que iba a hacer algo, pero se consideraba con mucha mayor seriedad cuando uno hacía un voto solemne para hacerlo.
Si el pueblo iba a gozar de las bendiciones divinas en la marcha, en la guerra y en la vida en general, tenía que ser un pueblo santo porque Dios es un Dios santo.
Completado el censo militar, se dan instrucciones para la organización de las tribus y sus ejércitos. El campamento se organizaba con tres tribus a cada lado del tabernáculo, de manera que la morada de Jehová se encuentrara en el medio. Cuando éstas dejaban el campamento e iniciaban la marcha, las seis tribus situadas al este y al sur se ponían al frente, seguidas por los levitas que viajaban junto al tabernáculo en el centro; a continuación marchaban las seis tribus acampadas al oeste y al norte, respectivamente. Ya sea acampadas, o sobre la marcha, el tabernáculo se mantenía en el lugar central. Se le daba prioridad a una de las tribus que ocupaban cada uno de los lados del tabernáculo, Judá al este, Rubén al sur, Efraín al oeste y Dan al norte. Se habla de los integrantes no militares del campamento, mientras que el resto del capítulo trata de las formaciones militares. La nación de Israel estaba organizada en tribus por varias razones: (1) Era un medio eficaz de administrar y gobernar un grupo tan grande. (2) Hacía más fácil la división de la tierra prometida. (3) Era parte de su cultura y herencia (la gente no era conocida por su apellido, sino por su familia, clan y tribu). (4) Se podía llevar más fácilmente un registro de las genealogías cuando las tribus estaban juntas. Las genealogías eran la única forma de demostrar que uno era un miembro legítimo del pueblo escogido de Dios. (5) Los viajes eran más eficientes. Todas las personas conocían el estandarte de su tribu (una especie de bandera) y de esta manera permanecían juntos y evitaban perderse. La costumbre antigua era de poner la tienda del rey en el centro del campamento. Así la ubicación central del tabernáculo indicaba que Dios fue reconocido como el Rey divino de Israel. Además, como el tabernáculo estaba en el centro del campamento, la adoración de Dios era el foco de la vida de Israel. Esto refleja la verdad de que Dios debe tener el lugar central en nuestras vidas y debemos reconocer su señorío en cada aspecto de la vida.
El título en español para el libro de Números se debe a los dos censos de Israel: el primero, de la generación que salió de Egipto (Números 1.1 – 4.49) y el otro treinta y nueve años después, de la generación que entró a Canaán (26.1–65)
A los israelitas se les requirió que dieran o consagraran ciertas cosas al Señor y a su servicio: los primeros frutos de sus cosechas, los animales primogénitos, los hijos primogénitos, el diezmo de su ganancia.
Este capítulo contiene una imposición general de todas las leyes dadas por Moisés: promesas de recompensa en caso de obediencia, por un lado; y amenazas de castigo por la desobediencia, por el otro.
Este capítulo describe el séptimo año de reposo y el año del jubileo. Trata del reposo de la tierra, la redención de la propiedad y el rescate de esclavos.
Esta es la repetición de una ley ya dada en el libro de Éxodo (Éxodo 27.20-21). El aceite para las lámparas tenía que ser de olivas claro, molido sacado en frío, que es siempre de gran pureza. La presencia diaria de los sacerdotes era necesaria para vigilar la limpieza y el arreglo de las lámparas. El candelero limpio es así llamado por ser de oro puro. La harina era para las tortas que debían cocer, este pan recibe también el nombre de pan de la Presencia o pan de la proposición. Aquellas tortas eran cocidas por los levitas, la harina era provista por el pueblo. Cada sábado era provisto un abastecimiento fresco; panes calientes eran colocados en el altar en lugar de los viejos, los cuales, habiendo quedado una semana, eran quitados, y comidos sólo por los sacerdotes, excepto en casos de necesidad. Este pasaje relata la promulgación de una ley nueva, con detalle de las circunstancias que le dieron origen. La “multitud mixta” acompañó a los israelitas en su éxodo de Egipto; esto hace suponer que uniones maritales de la clase descrita no eran raras, y era natural, en las circunstancias de los dos pueblos, que el padre fuese egipcio y la madre israelita. Un joven mestizo, habiendo reñido con un israelita, era práctica común entre los egipcios maldecir a sus ídolos cuando no conseguían el objeto de sus peticiones. El joven en su entendimiento egipcio creyó que el insulto más grande a su rival era el de blasfemar el objeto de su reverencia religiosa. Como la falta era nueva, el joven fue puesto en custodia hasta que fuera conocida la disposición de Dios en cuanto a su castigo. DIOS mandó que sacaran al joven fuera del campamento y que fuera apedreado. El castigo de la blasfemia (maldecir a Dios) parece extremadamente severo según los parámetros modernos. Pero muestra cuán seriamente espera Dios que tomemos nuestra relación con El. Los versículos siguientes contienen una repetición de otras leyes, relacionadas con transgresiones de una naturaleza social, las penas de las cuales habían de ser infligidas, no por la mano de particulares, sino por medio de los jueces ante quienes el caso fuera presentado. El principio de la ley del Talión servía para prevenir la extrema brutalidad al exigir retribución. En el antiguo Medio Oriente se acostumbraba quitarle la vida a aquel que causaba un perjuicio como retribución por los daños ocasionados. La Ley Mosaica limitó la retribución.