miércoles, 21 de septiembre de 2016

Leyendo... Números capítulo 14


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LECTURA DIARIA:
Números capítulo 14

Al escuchar el mal informe de los espías, el pueblo se quejó a gritos contra Moisés y contra Dios. Preferían morir en el desierto en vez de entrar en la tierra. Además, propusieron volver a Egipto. 
Habían expresado esta idea antes, pero ahora era más que una idea; propusieron un plan específico. El plan de nombrar otro jefe expresaba rebelión contra la autoridad de Moisés. Peor aún, el plan de volver a Egipto expresaba rebelión contra la voluntad de Dios.
La promesa de una tierra buena había sido parte integral del pacto entre Dios y el pueblo. El desprecio de parte del pueblo de la tierra prometida equivalía entonces el rechazo del pacto con Dios. Era un pecado tan grave como la apostasía del pueblo con el becerro de oro, y por eso provoca la ira de Dios.
Moisés y Aarón se postraron delante del pueblo. Aparentemente la intercesión de Moisés aquí es lo que posterga el derramamiento de la ira de Dios para que Caleb y Josué tengan la oportunidad de hablar al pueblo.
Josué y Caleb también anticipan el juicio de Dios sobre el pueblo y por eso les exhortan urgentemente que no se rebelen. El romper las vestiduras era una señal tradicional de dolor.
Ellos ponen énfasis en que Canaán era una tierra realmente buena y que el éxito en conquistarla dependía de Dios, no de ellos. No niegan la presencia de enemigos fuertes, pero afirman que ellos no tienen ninguna protección contra el poder de Dios, quien está con Israel. Porque el pueblo sólo podía tener éxito si Dios se agradaba de ellos.
Pero la reacción del pueblo indicaba que su corazón ya estaba endurecido. En vez de escuchar a Josué y Caleb, los quisieron apedrear. La única cosa que los salva es la apariencia repentina de la gloria de Dios sobre el tabernáculo.
Dios amenaza destruir completamente al pueblo. La murmuración continua del pueblo contra Dios había culminado finalmente en esta rebelión abierta, a pesar de todas las señales que Dios había hecho en su favor.
Aunque Dios tenía todo el derecho de destruir al pueblo, pero el argumento en la intercesión de Moisés, es que sería un mal testimonio entre las naciones sobre el nombre de Jehová.
Dios perdona al pueblo por su rebelión, Dios es un Dios justo además de misericordioso. Sin embargo, el pueblo es culpable, y aunque perdonado, no puede escapar a las consecuencias prácticas de su pecado. Aun Dios no puede bendecir a un pueblo que ha visto tantas señales de su poder y todavía responde con una rebeldía que se basa en su falta de fe. En cada circunstancia la respuesta del pueblo fue de probar a Dios en vez de confiar en él.
Por eso, Dios no puede introducir a ese pueblo en la tierra prometida; ninguno de esta generación verá la tierra. La única excepción fue Caleb porque había demostrado un espíritu diferente. Como ese pueblo no podía enfrentar a los habitantes de Canaán sin el poder y la bendición de Dios, les manda dar la vuelta y marcharse al desierto otra vez.
Dios les concede exactamente lo que pidieron “¡Ojalá hubiésemos muerto en este desierto!”. El pueblo estaba preocupado por sus hijos. Dios promete que ellos entrarán en la tierra prometida que sus padres han rechazado. Los hijos heredarán las promesas divinas originalmente dadas a sus padres. La parte triste es que los hijos llevarán parte de las consecuencias del pecado de los padres. Tendrán que vagar en el desierto por 40 años mientras esperan la muerte de todos los de la generación de sus padres.
Dios manda una plaga que mata inmediatamente a todos los que habían ido a reconocer la tierra menos a Caleb y a Josué. Mueren delante de Dios como un ejemplo para todo el pueblo.
Después de escuchar la sentencia de Dios por su rebelión, el pueblo confiesa su pecado y se presenta para invadir la tierra. Pero Moisés les dice que ya es demasiado tarde. Como ya estaban bajo el juicio de Dios, él no salio con ellos a la guerra. A pesar de eso, el pueblo insiste en salir a la guerra, pero sufren una derrota terrible a manos de los amalequitas y cananeos.
Esto nos enseña un principio importante: hay que obedecer los mandatos de Dios inmediatamente. Dios es paciente, pero debemos aprovechar el día de oportunidad mientras que lo tengamos. Hay ocasiones cuando la obediencia postergada es igual a la desobediencia.

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