viernes, 23 de septiembre de 2016

Leyendo... Números capítulo 16


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LECTURA DIARIA:
Números capítulo 16

Coré y sus asociados habían visto las ventajas del sacerdocio en Egipto. Los sacerdotes egipcios tenían grandes riquezas e influencia política, algo que Coré deseaba para sí mismo.

Coré pudo haber asumido que Moisés, Aarón y sus hijos estaban tratando de hacer del sacerdocio israelita la misma clase de máquina política. El quería ser una parte de ella. No comprendió que la ambición principal de Moisés era servir a Dios y no la de controlar a los demás.
Moisés se enfrenta a Coré, quien representaba la facción de los levitas que aspiraba se añadieran prerrogativas sacerdotales a las funciones que ya desempeñaban. Primero anuncia una prueba que demostraba el derecho de Aarón de poner el incienso en el tabernáculo, y los censura por no apreciar el significado del ministerio al que Dios los había llamado.
Moisés se vuelve para enfrentar a aquellos que lo desafían, pero ellos se niegan a aparecer ante él temiendo una represalia.
Aunque era el hombre más manso, Moisés se enojó mucho al encontrar que se reprochaba a Dios en él; no podía soportar que el pueblo se destruyera a sí mismo. Apela a Dios y a su propia integridad. Dios los hace comparecer con Aarón en la mañana siguiente a la hora de ofrecer el incienso matutino. Coré decidió comparecer.
La confrontación ocurre en dos lugares, la tienda de reunión (vs. 18-24, 35) y las tiendas individuales de los líderes de la rebelión (vs. 25-34).
La misma gloria del Señor que primero se manifestó para colocar a Aarón en su oficio (Levítico 9. 23), apareció ahora para confirmarlo y para confundir a los que estaban en su contra. Nada es más terrible para los que tienen conciencia de culpa que la manifestación de la gloria divina.
Aunque el pueblo había desertado traicioneramente de ellos, Moisés y Aarón se demostraron como fieles pastores de Israel.
Dios dejó a los rebeldes entregados a la obstinación y a la dureza de sus propios corazones.
En respuesta a la oración de Moisés fue que Dios impulsó el corazón de la congregación para alejarse por su propia seguridad.
Les dijo a los israelitas que ni siquiera tocaran las pertenencias de los rebeldes. En este caso, si lo hacían mostrarían simpatía por su causa y aceptarían sus principios. Coré, Datán y Abiram estaban retando directamente a Moisés y a Dios. Moisés declaró con claridad lo que Dios intentaba hacer a los rebeldes. Hizo esto para que todos tuvieran que elegir entre seguir a Coré o a Moisés, el líder escogido de Dios.
En cuanto Moisés hubo dicho la palabra, Dios hizo que la tierra se abriera y se los tragara a todos.
Fuego salió del Señor y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso de manera irregular.
Dios es celoso del honor de sus propias instituciones y no tolera que las invadan. El sacrificio de los impíos es abominación para el Señor. Los incensarios estaban santificados y, como todas las cosas santas, debían ser utilizados para la gloria de Dios. La cubierta para el altar hecha con los incensarios, recordaría este suceso a los hijos de Israel, para que otros pudieran oír y temer y no hacer más cosas con soberbia. Ellos se acarrearon la destrucción en cuerpo y alma.
La tierra acababa apenas de cerrar la boca cuando volvieron a cometer los mismos pecados y desdeñaron todas las advertencias. Al pueblo del Señor, que encuentran defectos en la justicia divina, se le llama rebelde.
Moisés y Aarón intercedieron ante Dios y pidieron misericordia, sabiendo que enorme era la provocación. Aarón fue y quemó incienso, colocándose entre los muertos y los vivos para pacificar la ira de Dios.
El Señor honró la legítima ofrenda de Aarón en contraste con los que había castigado antes, quienes habían ofrecido incienso sin autorización.

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