miércoles, 7 de septiembre de 2016

Leyendo... Introducción al Libro de Números

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LECTURA DIARIA:
Introducción al Libro de Números

El título en español para el libro de Números se debe a los dos censos de Israel: el primero, de la generación que salió de Egipto (Números 1.1 – 4.49) y el otro treinta y nueve años después, de la generación que entró a Canaán (26.1–65)
El título en hebreo es “En el desierto,” que es tomado del primer versículo del primer capítulo del libro, según la costumbre hebrea. El título es particularmente descriptivo del contenido del libro porque registra cómo Dios guió, disciplinó y nutrió a los israelitas mientras peregrinaban por los lugares del desierto Sinaí.
El libro de Números, escrito por Moisés (33.2), dedica cerca de la mitad de su contenido a narración y el resto a legislación.
El libro describe la vida de los israelitas durante su período de peregrinaje. Cuando ellos acampaban, el tabernáculo quedaba en el centro rodeado por los sacerdotes y levitas. A través del resto del campamento, se situaban las doce tribus, “cada uno junto a su bandera, bajo las insignias de sus casas paternas” (2.2). En el este, tras la bandera de Judá, estaban las tribus de Judá, Isacar y Zabulón (1.26–31). En el sur, tras la bandera de Rubén, estaban las tribus de Rubén, Simeón y Gad (1.20–25). En el oeste, tras la bandera de Efraín, estaban las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín (1.32–37). En el norte, tras la bandera de Dan, estaban las tribus de Dan, Aser y Neftalí (1.38–43).
El campamento se arreglaba según las banderas de las cuatro tribus más poderosas. La tradición antigua dice que la bandera de Judá tenía la figura de un león; la de Rubén, la de un hombre; la de Efraín, la de un buey y la de Dan, la de un águila.
Estas cuatro banderas son muy significativas ya que el mismo simbolismo describe a los querubines de Ezequiel, cada uno de los cuales tenía cuatro rostros: de un león, un hombre, un toro y un águila (Ezequiel 1.10).
En forma semejante también los seres vivientes del libro de Apocalipsis tienen el rostro de un león, un hombre, un becerro y un águila (Apocalípsis 4.7).
Tanto los querubines en Ezequiel como los seres vivientes en Apocalipsis, al igual que las banderas de las tribus, acompañan a la presencia misma de Dios.
El libro de Números comienza cuando los hijos de Israel se encontraban en condiciones muy favorables. Ellos reciben instrucciones especiales del Señor mientras todavía están en el monte Sinaí (1.1–10.10).
Luego marchan a Cades-barnea (10.11–12:16) desde donde enviaron los espías a explorar la tierra que Dios les había prometido (13.1–24).
Cuando se dieron cuenta que la tierra estaba ocupada, fallaron en confiar en Dios (13.25–33). El éxito se terminó a causa de su falta de fe; por eso tuvieron que peregrinar en el desierto durante el curso de la vida de esa generación (15.1–21.35). Cades-barnea siempre sería un símbolo de derrota por la falta de fe en Dios. En cada época, el pueblo de Dios primero debe discernir la voluntad de Dios, luego ir hacia adelante en fe.
Al juzgar la rebeldía de Israel, Dios les envió una invasión de “serpientes abrasadoras”, cuya venenosa mordedura era mortal (21.6, 7). Pero Dios proveyó sanidad milagrosa por medio de una serpiente de bronce, que Dios instruyó a Moisés que levantara. Se dijo a quienes fueran mordidos que miraran tal serpiente y sanarían (21.8, 9).
Jesús se refirió a este incidente como ilustración del poder que su muerte tiene para salvar a cualquiera que escoja creer en El (Juan 3.14,15).
Así como Dios fue fiel en preparar una generación para que entrara a la tierra prometida a pesar de todas sus debilidades, también Jesucristo será fiel en completar la obra de edificar su iglesia (Mateo 16.18).
El tema de Números es que la victoria está determinada por la obediencia. Para poder disfrutar de la bendición divina el pueblo de Dios debe avanzar por fe en el carácter y las promesas divinas.
El último versículo del libro de Números dice, «Estos son los mandamientos y estatutos que mandó Jehová por medio de Moisés a los hijos de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó» (36.13). Esto implica que el el viaje a través del desierto había sido completado y que Israel estaba a punto de entrar a la tierra de Canaán.

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