lunes, 26 de septiembre de 2016

Leyendo... Números capítulo 19


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LECTURA DIARIA:
Números capítulo 19

Aquí se pone énfasis en la responsabilidad de los levitas de guardar el tabernáculo y de los sacerdotes de guardar el altar y el santuario contra la contaminación por los no autorizados. Pero no era suficiente guardar el tabernáculo; todo el campamento de Israel debía ser santo porque Jehová es santo. 


Ya hemos visto la demanda de que toda persona contaminada era excluida del campamento. Pero una de las fuentes más serias de contaminación era el contacto con la muerte, y como siempre había personas que estaban muriendo, era muy fácil contaminarse aun sin quererlo. El que entraba en la tienda de un difunto quedaba impuro, y todo lo que tocaba resultaba contaminado. Entonces para mantener la santidad del campamento y aun del tabernáculo, era necesario encontrar una manera de tratar con la impureza a causa del contacto con la muerte.
Levítico indicaba que por la limpieza de la impureza sería un sacrificio después de un período de siete días de purificación. El propósito del agua de la impureza descrita aquí es dar una alternativa que tomaba en serio la impureza pero que era menos gravosa para la familia del difunto.
Estas instrucciones eran especialmente aptas después de la gran cantidad de muertos que resultó de la rebelión del pueblo. Muchos de los que sobrevivieron debían haber tenido contacto con la muerte. Tenían que purificarse para establecerse como el pueblo santo de Dios otra vez.
Como Números 5 y 6 da instrucciones sobre la limpieza del campamento antes de la salida del monte Sinaí, este capítulo enseña en cuanto a la limpieza de las personas antes de la salida del desierto alrededor de Cades.
La vaca para el sacrificio era quemada fuera del campamento. Lo inusual en este caso es que se quemaba también la sangre de la vaca; generalmente, se derramaba la sangre de los animales al pie del altar o en la tierra.
Un hombre ceremonialmente limpio debía recoger las cenizas y guardarlas en un lugar limpio. Así estaban listas para mezclar con agua para hacer el agua para la purificación de la impureza. Esta mezcla de cenizas y agua servía como un “sacrificio instantáneo”, listo para usar en cualquier momento cuando fuera necesario para quitar la contaminación del contacto con la muerte.
El que tocaba el cadáver de una persona, o tocaba un hueso humano o una tumba, o aun entraba en una tienda donde se encontraba un cadáver quedaba inmundo por siete días. Esta impureza era contagiosa, porque todo lo que toca queda inmundo, y toda persona que toca queda impura hasta la noche. La persona que tocó un cadáver tiene que purificarse con el agua para la impureza el tercer día y otra vez el séptimo día. Se hacía esta purificación mezclando parte de las cenizas de la vaca con agua y rociando esta agua con hisopo sobre la persona inmunda. El agua se usaba también para purificar todas las cosas que estaban en la tienda con el difunto. Se subraya la seriedad de este rito de purificación. El que era impuro por el contacto con la muerte y no se purifica contaminaba todo el campamento y aun el santuario de Dios. Por eso, tal persona tenía que excluirse de la congregación.

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