domingo, 25 de septiembre de 2016

Leyendo... Números capítulo 18


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LECTURA DIARIA:
Números capítulo 18

En el capítulo 18 Dios da instrucciones que reafirman los derechos y responsabilidades únicos de Aarón y sus hijos como los sacerdotes. 
Los levitas no debían infringir los derechos exclusivos de los sacerdotes, pero ellos también tenían un lugar de honor, con sus propias responsabilidades. Por eso, tanto los levitas como los sacerdotes merecían el apoyo de todo el pueblo porque servían como mediadores entre el pueblo y Dios.
Todos los de la congregación no perecerían si observaban las instrucciones que Dios ya les había dado. Toda la tribu de Leví llevaba la responsabilidad de guardar el santuario y el altar contra los que no habían sido santificados para acercarse a Dios.
Ya hemos visto que el papel de los levitas era de ayudar a los sacerdotes y servir como guardianes del tabernáculo para evitar que los no autorizados se acercaran. Vemos una reafirmación de que los levitas llevaban esta responsabilidad. Pero los sacerdotes, Aarón y sus hijos, debían guardar cuidadosamente todo lo que tenía que ver con el sacerdocio, eso es, el ministerio frente al altar y dentro del tabernáculo en el lugar santo o el lugar santísimo. Ni aun los levitas podían usurpar estas funciones.
Dios había ordenado este plan para la protección del pueblo. Todos los levitas eran responsables de mantener la santidad del tabernáculo; si no cumplían esta responsabilidad, ellos, y no el pueblo entero, cargaban con la culpa.
A la vez, Aarón y sus hijos eran responsables de mantener la santidad del altar y de la tienda de reunión misma; si no cumplían esta responsabilidad, ellos cargaban con la culpa.
Este orden espiritual, Aarón, sacerdotes, levitas, pueblo era el mismo establecido en la constitución del pueblo como una teocracia sacerdotal en el monte Sinaí. Pero el pueblo y los levitas se habían rebelado contra este plan, cuestionando la autoridad de los sacerdotes. Por eso Dios tuvo que reafirmar aquí el papel especial tanto de los levitas como de los sacerdotes. Si todos respetaban los mandamientos de Dios, no había ninguna razón de temer, pero los individuos que no obedecieran morirían.
Se presenta aquí un resumen de la remuneración de los sacerdotes. En las ofrendas de cereales (vegetales) y los sacrificios por el pecado y por la culpa, una porción se quemaba sobre el altar, pero todo lo demás pertenecía al sacerdote que presentaba la ofrenda. Estas porciones eran muy sagradas; sólo los sacerdotes y sus hijos varones podían comerlas.
Pero también había otras ofrendas que eran sagradas y que todos los familiares de los sacerdotes podían comer. Cada vez que se presentaba una ofrenda de paz, el pecho (la ofrenda mecida) y el muslo derecho (la ofrenda alzada) del animal era para el sacerdote y su familia. La porción de los sacerdotes también incluían las primicias; las cosas consagradas enteramente a Dios por voto.
Dios hizo estas provisiones por los sacerdotes porque no recibieron una porción de la tierra prometida como heredad. Se dedicaban enteramente al servicio de Dios; por eso, recibían parte de las cosas que eran dadas a Dios por el pueblo. En este sentido, Jehová era su heredad. Dios hace esta provisión por ellos como un “pacto de sal”. Además de sellarse por una comida sazonada con sal, un pacto de sal era considerado un pacto perpetuo e inquebrantable. Esto era por la naturaleza duradera de la sal y su propiedad como preservativo.
Como los levitas también se dedicaban enteramente al servicio de Dios y llevaban una responsabilidad grande, ellos también merecían una provisión especial. No recibían una heredad en la tierra, pero habían de recibir todos los diezmos del pueblo. El diezmar era una costumbre varios siglos antes de la revelación de la ley en el monte Sinaí, pero esta ley decía explícitamente quién debe recibir los diezmos. Los diezmos del pueblo eran la renta de los levitas, pero ellos tenían la responsabilidad, como todos los demás, de diezmar su renta. Debían dar un diezmo de todos los diezmos que recibían a Aarón para los sacerdotes. Después de cumplir esta responsabilidad, los levitas podían usar lo que quedaba de los diezmos del pueblo sin temor de incurrir la culpa por profanar las cosas consagradas por el pueblo.
Las reglas sobre el sostenimiento de los levitas enseñaban que el pueblo de Dios debía ser fiel en llevar los diezmos para mantener el ministerio.

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