domingo, 18 de septiembre de 2016

Leyendo... Números capítulo 11


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LECTURA DIARIA:
Números capítulo 11

Este capítulo contiene dos relatos de lugares recordados por el castigo que el Señor propinó al pueblo: Tabera y Kibrot Hataava (significa «tumbas de los codiciosos»)


La referencia a que el castigo comenzó en uno de los extremos del campamento y no en el centro puede ser un indicio para comprender este pasaje. Si asumimos que la gente asignada a los extremos del campamento se quejaba de estar expuesta a mayores peligros, cobra sentido que el castigo ocurriese allí. El fuego de Jehová se refiere a la manifestación de la presencia de Dios.
Dos temas se entrelazan en este relato, la queja de la gente por falta de carne, y la frustración de Moisés ante las responsabilidades que pesaban sobre él.
La gente extranjera que se mezcló con ellos se refiere tanto a los no israelitas que se unieron a la congregación en el Éxodo, como a los israelitas de baja calaña que se dejaban gobernar por los apetitos de la carne. El origen del problema radicaba en estos elementos, pero pronto se extendió a los demás.
El pueblo de Israel no parecía darse cuenta de lo que Dios estaba haciendo por ellos librándolos, haciendo de ellos una nación, dándoles una nueva tierra porque estaban demasiado absortos en lo que Dios no estaba haciendo por ellos.
No podían pensar en otra cosa que no fuera las deliciosas comidas egipcias que habían dejado atrás. De alguna manera, olvidaron que el látigo brutal de la esclavitud egipcia era el precio que pagaron por comer esa comida.
Cada mañana los israelitas retiraban las puertas de sus tiendas y presenciaban un milagro. Había maná blanco y esponjoso cubriendo la tierra, alimento del cielo. Pero muy pronto eso no fue suficiente. Les pareció que ellos tenían derecho a más, se olvidaron de lo que ya tenían. No pidieron a Dios que satisficiera sus necesidades, demandaron que se les diera carne y dejaron de confiar en el cuidado de Dios.
“¡Quién nos diera a comer carne!” se quejaron a Moisés, recordando la buena comida que tuvieron en Egipto. Dios le dio lo que ellos pidieron, pero pagaron caro por ello cuando una plaga atacó los campos.
Los israelitas se quejaron y luego Moisés se quejó. Pero Dios respondió positivamente a Moisés y negativamente al resto del pueblo.
Los ancianos se seleccionaron entre aquellos que ya servían como líderes. El Espíritu les otorgaba una nueva autoridad para ejercer su liderazgo.
Que estos ancianos profetizaran fue un resultado inesperado. No tenía relación con la función dirigente de los 70 ancianos, porque fue algo que ocurrió solamente una vez.
Aquí tenemos el cumplimiento de la palabra de Dios a Moisés, de que debía tener ayuda para gobernar a Israel. Dos de los ancianos, Eldad y Medad, no habían venido al tabernáculo, como el resto, sensibles a su propia debilidad e indignidad, pero el Espíritu de Dios los halló en el campamento y allí ejercieron su don de orar, predicar y alabar a Dios; hablaban movidos por el Espíritu Santo.
Dios cumplió su promesa al pueblo, dándoles carne. Dios envió codornices; pero cuando el pueblo comenzó a comerlas, Dios mandó una plaga que mató a muchos.

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