miércoles, 6 de septiembre de 2017

UN MOMENTO... LA LUCHA POR LA INTEGRIDAD

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UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
LA LUCHA POR LA INTEGRIDAD

En la sociedad, y en la iglesia cristiana, ha habido una caída, un desmoronamiento y una concesión de la integridad. Titulares recientes nos han enseñado que el apogeo de la década de los 90 se levantó sobre un cimiento desprovisto de integridad. Pero estas concesiones no están limitadas a los jefes que vendieron a sus empleados o a los políticos interesados únicamente por comprar votos. Muy a menudo hallamos negligencia moral en nuestras iglesias o, incluso peor, en el púlpito.
El Diccionario dice que integridad significa “una condición intachable.” Quiere decirse fiable. La palabra hebrea que se traduce integridad es “tom”, y también significa ser completo o sólido.
“Y él los pastoreó según la integridad de su corazón, y los guió con la destreza de sus manos”. (Salmo 78. 72)
La integridad es rectitud u honestidad. Uno tiene integridad si termina un trabajo aun cuando nadie esté mirando. Uno tiene integridad si guarda su palabra aun cuando nadie lo verifique. Uno tiene integridad si cumple sus promesas. Integridad significa ausencia de duplicidad y es lo opuesto de hipocresía. Si somos personas de integridad haremos lo que decimos. Lo que declaramos ser, haremos lo mejor que podamos para serlo. 
La integridad también incluye responsabilidad financiera, confiabilidad personal y pureza privada. Una persona de integridad no manipula a otras. No se inclina a la arrogancia o alabanza propia. La integridad incluso invita la crítica constructiva y la cree necesaria porque aplaude la exigencia de cuentas. Es fiable. Es sólida. Es completa.
La integridad es como una roca. No se resquebraja cuando está por sí sola, ni se desmorona aunque la presión aumente. La integridad hace que uno no tema ser examinado con luz blanca y resiste sin doblegarse las exigentes demandas del escrutinio riguroso. Es honradez a todo costo.
Pero hay algunas cosas que la integridad no es. No es perfección impecable. Una persona de integridad no vive una vida absolutamente libre de pecado. Nadie la vive. Pero la persona con integridad rápidamente reconoce su fracaso y no oculta los errores. Todos podemos fallar. 
La integridad es esencial en la iglesia, en el mercado laboral, y especialmente en el hogar. Cuando caminamos en integridad, la dejaremos como legado para los hijos (Proverbios 20:7). 
Bienaventurado aquel que ha tenido padres así. 
Cuando trabajamos con integridad, honramos al Señor Jesucristo. Sin importar cuál sea nuestra profesión, nuestro carácter y conducta son los métodos de ministerio. 
Hace más de 50 años el autor y teólogo Elton Trueblood escribió:
“Es difícil pensar que algún trabajo carezca del elemento moral. La destreza del dentista es totalmente irrelevante si él no tiene principios y es irresponsable. Hay muy poco, en ese caso, que le impida extraer dientes de forma innecesaria, ya que el paciente suele estar en una situación de desamparo. Es fácil ver el daño que puede hacer un abogado sin principios. De hecho, un hombre así es mucho más peligroso si está capacitado que si no lo está.
¿Instala usted alambres en las paredes? ¿Repara usted automóviles? ¿Trabaja usted con números? ¿Vende usted ropa? Tal vez ejerce leyes o medicina. Lo importante no es el trabajo que hace, sino si hace su trabajo con integridad. Tal vez usted trabaje detrás de bastidores, y el único agradecimiento es la satisfacción interna de un trabajo bien hecho. 
¿Hace trampa usted en los exámenes? ¿Está engañando a su cónyuge? Algunos tienen la audacia de hacer esas cosas y se llaman cristianos. 
¡Con razón el mundo está confundido!
¿Queremos sorprender al mundo? 
Empecemos demostrando integridad para hacer lo correcto cuando nadie está mirando. Mantenerse firme con integridad en una cultura debilitada por la hipocresía. Empecemos hoy.
Dios les bendiga abundantemente.

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