martes, 5 de septiembre de 2017

LEYENDO... Job capítulo 27


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LECTURA DIARIA:
Job capítulo 27

Job continúa proclamando su inocencia y su creencia de que el incrédulo será al final castigado, porque Dios es justo y misericordioso.
En medio de todas las acusaciones, Job fue capaz de declarar que su conciencia estaba limpia. 
Job estuvo de acuerdo con sus amigos de que el fin del malo será el desastre, pero no estuvo de acuerdo en que él era malo y que se merecía el castigo. La mayor parte de los castigos que enumeró Job nunca los sufrió él. Así que no se estaba incluyendo dentro de los malvados. Por el contrario, continuamente pedía a Dios que viniera y lo reivindicara.
En este capítulo encontramos dos secciones ideológicas totalmente diversas: en la primera se declara de nuevo la inocencia de Job, el cual se confía sólo a la justicia divina, ya queden la humana nada puede esperar; en la segunda encontramos la tesis tradicional de Sofar: el impío es inexorablemente castigado por Dios en este mundo, mientras que el justo es debidamente recompensado. 
De nuevo declara Job su inocencia, a pesar de las opiniones comunes sobre la relación entre la desgracia física y el pecado. Había pedido una solemne audiencia a Dios para que estudiara su inocencia, pero no ha recibido respuesta a su angustiada demanda. Nunca puede aceptar la tesis de los amigos sobre su supuesta culpabilidad secreta como causa de sus infortunios. Tiene conciencia de no haberse apartado de Dios ni un solo día de su vida. Se siente orgulloso de su limpio pasado, y no puede conceder las torvas insinuaciones de sus amigos.
En realidad, los culpables son sus inoportunos interlocutores, y para ellos les desea la suerte del impío. Job sabe que las plegarias de los impíos son vanas ante Dios y jamás son escuchadas; por eso es inútil poner en práctica la invitación de sus amigos para que se acerque suplicante a Dios. Si fuera pecador, de nada le serviría esto, ya que Dios no ayuda al impío en la hora de la angustia. 
Job conoce bien la mano de Dios su conducta en sus relaciones con los hombres y, por tanto, está autorizado para mostrarla a sus amigos, que no han entendido nada del enigma del sufrimiento del justo. Estos han afirmado que no hay esperanza para el impío. Ello quiere decir que, si Job es pecador, como ellos suponen, tampoco para él hay esperanza de rehabilitación; luego sus ilusiones son vanas, y sus argumentaciones sin consistencia.
Aquí refleja bien la inconsistencia del que se acuesta rico, pero en un instante pierde lo que tiene. Su vida es una continua angustia, pues es presa de los terrores en pleno día y del torbellino durante la noche. Es entregado a la opinión pública, sintiéndose entonces todos con derecho a echarse encima de él.

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