viernes, 23 de junio de 2017

LEYENDO... 2 de Crónicas 26


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LECTURA DIARIA:
2 de Crónicas 26

Uzías comenzó a reinar cuando tenía 16 años. Su gobierno real siguió el patrón de su padre Amasías y de su abuelo Joás, los tres empezaron con un período bueno, seguido de un tiempo de prosperidad o de desvíos religiosos.
En el caso de Uzías, el castigo divino, por haber sido solamente contra la persona del rey, causó menos dolor colectivo. La ausencia de la idolatría en Uzías pudo haber sido la explicación, en contraste con su soberbia espiritual. Su reinado de prosperidad lo ubica entre la media docena de buenos monarcas de Judá.
Después de Manasés en Judá, Uzías tuvo el reinado de más duración 52 años. 
Mientras Uzías se mantuvo fiel a la voz profética, Dios lo prosperó. 
En su campaña militar contra los filisteos, Uzías abrió brecha en los muros de las ciudades de Gat, Yabne y Asdod. Uzías edificó torres en Jerusalén. Estas torres servían para proteger los rebaños de los ladrones en Jerusalén y en el desierto. Con el fin de proveer agua para sus ganados cavó muchos pozos. 
El ejército de Uzías estaba bien entrenado para la batalla, lo cual indicaba que sus soldados estaban bien equipados. Las máquinas ingeniosamente diseñadas que podían lanzar dardos y grandes piedras eran mecanismos que seguían el patrón de las catapultas usadas por los romanos. Los dardos y las rocas servían como elementos de ataque para las tropas, al barrer con los invasores que intentaban escalar las murallas. Con una tecnología bélica de tal magnitud era razonable que su fama llegara muy lejos.
Al sentirse poderoso, Uzías se enalteció hasta corromperse, olvidó que la fuente de su poder era Dios mismo. 
Uzías usurpó el oficio sacerdotal al quemar incienso en el altar. El rey rehusó aceptar su culpa o no quiso arrepentirse cuando el sumo sacerdote Azarías lo confrontó con su pecado; al airarse contra los siervos de Jehová, brotó lepra en su frente.
La herida causada por Dios llegó a ser un recordatorio de su soberbia y su enaltecimiento espiritual. Humillado por la lepra, Uzías tuvo que pasar el resto de sus días aislado del pueblo y de la casa de Dios.

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