martes, 20 de junio de 2017

LEYENDO... 2 de Crónicas 23


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LECTURA DIARIA:
2 de Crónicas 23

Después de siete años de gobernar la reina madre Atalía, el sacerdote Joiada finalmente se armó de valor y tomó medidas para deshacerse de esa gobernante idólatra. Joiada contó con la ayuda de los levitas de todas las ciudades y con los jefes de las casas paternas de Israel. Los levitas y sacerdotes que servían el sábado tendrían la tarea de hacer guardia en las entradas, como “porteros”. Estos guardarían las puertas en el palacio y en el templo para impedir el ingreso al santuario de personas ajenas o no pertenecientes a la familia de Leví.
El versículo 5 derrama más luz sobre la distribución de los tres grupos que entrarían a operar en la toma del poder: El primer grupo estaría compuesto por aquellos apostados en el palacio real, ya que el palacio de Atalía se mantenía abierto; el segundo grupo estaría apostado en la puerta sur o puerta del Cimiento, es decir, una puerta del templo de ubicación incierta; el tercer grupo estaría apostado en el atrio del templo o casa de Jehová. La consigna era que nadie entraría en la casa de Jehová, excepto los sacerdotes y levitas que sirven (v. 6); cualquier otra persona no viviría para contarlo. Joás estaba bajo la protección más estricta y todos estaban seguros de la victoria. Llegado el sábado, no hubo cambio de guardia por orden de Joiada. Los jefes de centenas, bien armados, hacían guardia en la casa de Jehová, igualmente el pueblo, para brindar protección a Joás. Joiada y sus hijos ungieron a Joás, luego de coronarlo.
Una vez reunidos les presentó al niño Joás como el rey de Judá. El convenio con el rey era en realidad con Joiada como su protector y con miras a una regencia. La monarquía constitucional requería una confirmación popular en la historia de las sucesiones en el trono.
El cuadro que se ofrecía a la vista de Atalía era un claro mensaje de la solidaridad del pueblo en torno a su nuevo monarca, lo cual la movió a rasgar sus vestidos acusando al pueblo de conspiración. El mensaje de Joiada para Atalía era también muy claro: Ella tenía que morir fuera del templo.
Con Atalía fuera del escenario político, civil y religioso de Judá, Joiada hizo un pacto entre el rey y su pueblo, por el cual ellos serían el pueblo de Jehová (v. 16). Por mucho tiempo no se había registrado algo semejante; por lo cual, la revolución de Joiada se convirtió en un avivamiento religioso a nivel nacional. Aunque fieles al rey, toda la nación, incluyendo al rey, juraron ser fieles a Dios quien, en un último análisis, era su gobernante supremo. Todo el pueblo entró en el templo de Baal, y lo destruyeron y mataron a Matán, sacerdote de Baal. La ejecución del sacerdote de Baal estaba en orden con la ley mosaica que requería la destrucción de los falsos profetas en la tierra.
El reinado de Joás empezó cuando este tenía sólo siete años. Era el hijo más joven (el último hijo) de Ocozías y el nieto de Atalía. Reinó 40 años. En medio del espíritu festivo reinante después de la muerte de Atalía, Joás comenzó a reinar en el séptimo año de Jehú. Hubo dos períodos: uno bueno, cuando buscó agradar a Jehová, y otro malo, cuando se opuso al ministerio del profeta Zacarías, matándolo.

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