miércoles, 21 de junio de 2017

LEYENDO... 2 de Crónica 24

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LECTURA DIARIA:
2 de Crónica 24

Joás empezó su carrera haciendo lo recto ante los ojos de Dios. Mientras Joiada estaba vivo, Joás se mantuvo fiel a Dios y su reino. Después de la muerte de Joiada, Joás descendió al pecado de la idolatría.
En la perspectiva de la ley mosaica, los reyes no debían acumular mujeres para sí mismos, porque estas casi inevitablemente los desviaban de los caminos de Jehová, ya fuera por la lujuria o por la influencia de sus religiones paganas en la corte. Las dos esposas de Joás que Joiada le dio, fueron para asegurar la descendencia que pudiera heredar el trono, de acuerdo a la costumbre oriental. 
El vandalismo y el sacrilegio registrados por Atalía y sus hijos en la casa de Dios reclamaban pronta atención a una labor de reconstrucción y restauración del tesoro desaparecido. Joiada tenía el deseo de dar inicio a esta tarea, involucrando al grupo de sacerdotes y levitas. El dinero que se recolectaría sería en plata. 
La restauración del templo fue una iniciativa primero de Joiada, durante su sacerdocio; luego, durante la edad adulta de Joás. 
La proclamación oficial de esta iniciativa produjo gozo entre los contribuyentes de todos los estratos sociales. El cofre se llenaba y era vaciado repetidas veces, lo cual indicaba la generosidad del pueblo para con Dios. Una vez restaurada la casa de Jehová, llevaron al rey y a Joiada lo que quedó del dinero.
Joiada murió a los 130 años de edad, mucho más anciano que Moisés o Aarón y estuvo emparentado con David como cuñado de Ocozías. El ser sepultado con los reyes era un honor sin paralelo, en reconocimiento por el bien que hizo para Dios y su causa. Entre sus buenas obras, como ya se indicó, estaba la preservación de la vida y el trono de Joás, el juicio contra Atalía, la erradicación de la idolatría, el regreso al verdadero culto a Jehová y la restauración del templo.
Al morir Joiada, el corazón de Joás se apartó de Dios. Como resultado, la ira de Jehová se desató contra Judá y contra Jerusalén. El liderazgo de la nación había vuelto las espaldas a Dios; por lo tanto, fueron ellos los primeros en sufrir las consecuencias del juicio del Señor.
En un último intento de hacerles volver de sus malos caminos, Jehová envió a sus profetas quienes no fueron bienvenidos. Entre los que más destacaron estuvo Zacarías, el hijo del sacerdote Joiada. 
Pero Joás mandó matar a Zacarías, esto marca con claridad la ruptura del pacto que Joás y Joiada hicieron, cuando juramentaron vivir de acuerdo a los cánones de Jehová. 
Las fuerzas invasoras de Siria subieron contra Joás. El liderazgo cayó a filo de espada y toda la nación fue saqueada. Y Joás fuera gravemente herido. Los moabitas y los amoritas tenían una cuenta pendiente con el rey. Al verlo herido, aprovecharon la oportunidad para matarlo en su casa de Milo, en Jerusalén.
El cronista relaciona la desastrosa situación a la que había llegado el país, con el comportamiento de la impía Atalía y sus hijos. Dos pecados cometieron: destruir la casa de Dios y haber consagrado a dioses paganos lo que se había dedicado a Jehová.

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