sábado, 24 de agosto de 2019

Tiempo... Hebreos 7. 22 - 28



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“De este modo, Jesús es quien garantiza una alianza mejor que la primera. Los otros sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedía seguir viviendo;  pero como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro. 
Por eso puede salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive para siempre, para rogar a Dios por ellos. Así pues, Jesús es precisamente el Sumo sacerdote que necesitábamos. Él es santo, sin maldad y sin mancha, apartado de los pecadores y puesto más alto que el cielo. No es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. La ley de Moisés nombra como Sumos sacerdotes a hombres imperfectos; pero el juramento de Dios, que fue hecho después de la ley, nombra sumo sacerdote a su Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre”.  Hebreos 7. 22 – 28

Jesús ha “llegado a ser”, como garante de un pacto superior, un pacto que nos permite volver al padre, acorde con lo eterno, que permanece a diferencia del primero y es perfecto.
El sacerdocio levítico era tan solo un diseño en lo terrenal de aquello que Dios disponía en lo eterno, este sacerdocio no permanecería, siempre cambiaba y debía ser así pues la muerte les impedía seguir ejerciendo su oficio sacerdotal, y es así porque lo eterno debía prevalecer, lo terrenal debía ser perfeccionado para alcanzar la plenitud.
Y en Cristo esta plenitud fue alcanzada, y ahora permanece en lo eterno para siempre, no como un estado a futuro o de tiempo indefinido, sino como presente constante que se sostiene en la eternidad.
Quien se acerca a Dios debe entender que Dios ha dispuesto un medio por el cual podemos llegar a él, que es Cristo, quien por medio de su sacrificio y obediencia fue perfeccionado para librar, salvar y sanar perpetuamente, por la eternidad a aquellos que buscan a Dios. Su intercesión es eterna ante el padre para que el hombre pueda acercarse a la santidad del Padre.
En tiempos anteriores los sacerdotes apartados para el servicio vivían en santidad y pureza, pero su naturaleza carnal aún les apartaba de Dios, y solo podían ir a él dentro del templo o el tabernáculo, una vez al año, pero ahora Cristo ha sido perfeccionado en santidad, pureza y virtud, quien ha servido como rey, sacerdote y sacrificio cumpliendo lo solicitado por la ley, para cumplirla y abrir una brecha en medio suyo por la cual podamos ir a Dios, pues esta brecha es eterna y permanece por los siglos.
Como mencionamos, Cristo personifico lo que el antiguo pacto tipificaba, el alta, el lugar santísimo, la cortina, la sangre, el sacrificio, el sacerdote, el pan ahora todos están unidos en él, ahora Cristo ha sido perfeccionado para entregarse a sí mismo, humillándose a lo sumo, para que el Padre le exaltara por lo eterno. 
La ley no es superior al juramento, porque aunque la ley fue promulgada por Dios, esta no fue confirmada mediante el juramente, solo para que lo que es perfecto pudiera llegar a ser, y el hijo autor y consumador de la perfección, sirva de camino, verdad y vida para quienes le hallan.
Dios les bendiga abundantemente.

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