miércoles, 21 de agosto de 2019

Tiempo... Hebreos 4. 12 - 16



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón.
  Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas. Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo sacerdote que ha entrado en el cielo. Por eso debemos seguir firmes en la fe que profesamos. Pues nuestro Sumo sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó.  Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de necesidad”. 
Hebreos 4. 12 – 16

La Palabra de Dios está viva, viva porque su esencia es poderosa para trasformar al hombre, penetrando hasta lo más profundo, desprendiendo el alma del hombre de su espíritu, esto debe ser discernido y meditado, porque no es algo que podamos comprender tan fácilmente.
Para que los pensamientos y las intenciones del corazón puedan ser juzgados correctamente, no se debe hacer con la mente, solo la mente de Dios, puede darnos la capacidad de juzgar con justicia, y dividir el alma del espíritu.
Cuando se habita en el espíritu, se puede entender lo que aquí se menciona, lo esencial nunca escapa de Dios, todo está al descubierto para quien habita en lo espiritual, pues todo se encuentra expuesto por él.
Ya no tenemos un sumo sacerdote terrenal, sino uno que ha trascendido de lo eterno, guardemos la confianza que demostramos con nuestras acciones.
Jesús a diferencia nuestra no erró, no pecó, se mantuvo limpio de toda impureza, aunque fue tentado o probado en todo de manera similar al hombre, no cayó en el engaño, por eso comprende nuestra debilidad y se compadece del caído por el gran amor que nos profesa.
Su amor es capaz de perdonar, de seguir entregándose a pesar de nuestra inconsciencia.
Por ello el amor debe perfeccionarse en nosotros, dejando de lado el temor al castigo, sino más bien entregándonos a la justicia divina para que arrepintiéndonos verdaderamente, encontremos la gracia que nos perfeccione en medio de las dificultades.
Dios les bendiga abundantemente.

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