martes, 20 de agosto de 2019

Leyendo... Hebreos capítulo 3



LECTURA DIARIA:
Hebreos capítulo 3

En este capítulo 3 muestra claramente a Jesucristo como superior a Moisés. Moisés, por su obediencia a Dios, hizo de Israel una nación grande. Los sacó de la esclavitud en que se encontraban en Egipto. Guiado por Dios  estableció un sistema de culto diferente a los paganos.

Ningún hombre era tan reverenciado por los judíos como Moisés. Pero este hombre no podía ser más que el siervo de DIOS, en cambio Jesús es el Hijo de Dios.
El escritor de Hebreos desafía a sus hermanos santos que comparten con él, el llamamiento celestial, a que consideren cuidadosamente su profesión de fe en Cristo.
Los hebreos consideraban la voz de Moisés como la voz de Dios. Todos los asuntos de carácter espiritual hacían referencia a Moisés.
Transferir la fe en Dios por medio de Moisés a Jesús era muy difícil para aquellos creyentes de una fe débil y una presión grande por retornar a la ley de Moisés, en vez de permanecer en la gracia.
Según ellos, tenían mucho que decir de Moisés; pero de Jesús no tenían nada, solamente algunos milagros individuales y locales, y un pequeño grupo de despreciados seguidores.
Moisés murió con mucha dignidad sobre una montaña y sepultado por los ángeles de Dios (Deuteronomio 34.9; Judas 9). En cambio, Jesús murió en la forma más humillante, a tal grado que daba vergüenza hablar de su muerte.
Para los creyentes judíos era incompatible que el Hijo de Dios muriera así, por eso corrían el peligro de abandonar su fe.
Por esa razón el escritor argumenta que Jesús es más grande que Moisés. Para ello se basa en las escrituras del Antiguo Testamento, citando el Salmo 95, y Números 14.
Este pasaje de Números 14, advierte a los hermanos judíos cristianos de que sus padres también honraron a Moisés, y al principio lo siguieron, pero después se apartaron de Moisés; y que al apartarse de él, estaban apartándose también de Dios. De ahí que Dios los desechó, y sus huesos quedaron esparcidos en el desierto, porque aquellos que salieron para llegar a Canaán, nunca llegaron. Ahora ustedes están en peligro de repetir su pecado, les dice el escritor.
Para no perder nuestra participación en Cristo, debemos retener firmes hasta el fin la confianza y gloriarnos en la esperanza.
 Aprendamos bien esta enseñanza, porque así debe ser hasta el final.

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