jueves, 22 de agosto de 2019

Leyendo... Hebreos capítulo 5



LECTURA DIARIA:
Hebreos capítulo 5

El escritor de la carta a los hebreos, muestra que Jesús, como un nuevo y definitivo sumo sacerdote, inauguró en su propia persona el inicio de un nuevo Pacto, que incluye la redención.
ÉL es el mediador del nuevo Pacto, mediante su sacrificio en la cruz, por el pecado del hombre.
El propósito principal del sumo sacerdote era presentar oficialmente ofrendas y sacrificios por los pecados. El pecado es lo que separa a los hombres de Dios. Por eso era necesaria la mediación.
El sumo sacerdote debía ofrecer sacrificio por los pecados de él mismo, ya que si bien estaba por encima del pueblo, era tan necesitado espiritualmente como cualquier hombre pecador.
Sólo los sacerdotes llamados por Dios tenían autorización de ofrecer sacrificios, como Aarón, no lo podía hacer un funcionario cualquiera, aunque aún ellos estaban expuestos a pecar. 
Así como Aarón fue ordenado por Dios, también Cristo fue ordenado por Dios, pero el sacerdocio de Cristo era superior. Aun así, Cristo nunca se glorificó a sí mismo, haciéndose sumo sacerdote, sino que recibió el reconocimiento de Dios, quien le dijo: “Tú eres mi Hijo amado”. 
Cristo aún en sus padecimientos fue obediente. Los sufrimientos de Cristo fueron necesarios para perfeccionarse como sumo sacerdote. Esto le capacitó para ser autor de eterna salvación. Jesús no lo hizo como los sumos sacerdotes tradicionales. Él lo hizo con sudor y sangre en el huerto. Rogó con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte; fue oído a causa de su clamor reverente. 
Él sufrió, por un momento, el desprecio del Padre por el pecado. La razón es que Cristo, aunque nunca cometió pecado, se hizo pecado por nosotros a fin de cumplir toda justicia. Cristo fue y es Sumo Sacerdote Perfecto por su obediencia perfecta. 
Estas cosas eran necesarias que los creyentes hebreos oyeran y las grabaran en su corazón.
Probablemente, muchos de estos hermanos habían escuchado muchas veces la Palabra, pero en vez de estar capacitados para enseñar a otros, ellos todavía necesitaban fundamentarse fuertemente en las verdades de la fe cristiana. 
En los versículos 13 a 14 se hace un contraste entre la infancia y la madurez. Aquí dice, que el que es niño y depende de la leche es naturalmente inexperto en la Palabra de Dios. A ellos se les debe guiar y no ponerles a que guíen a otros. 
En cambio, el alimento sólido, el discernimiento de las verdades profundas de la Palabra de Dios, es para los que han alcanzado madurez.
La Palabra de Dios no se aprende solo para adquirir conocimiento intelectual, como otros libros, la Palabra de Dios debemos aprenderla para vivir conforme a las enseñanzas de Dios.
Los cristianos maduros deben tener el hábito de ejercitar el discernimiento, a través de la reflexión y la práctica diaria de la Palabra de Dios.
La capacidad de discernimiento entre el bien y el mal es señal de madurez. Ser adulto en la fe no significa el tiempo que haya pasado desde la conversión de un creyente, es la madurez espiritual que haya alcanzado el creyente en su diario andar con el Señor.

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