viernes, 1 de marzo de 2019

Tiempo... Lucas 7. 11 - 17



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor”. 
Lucas 7. 11 – 17.

La realidad espiritual es que si Cristo no nos hubiese encontrado, hoy estaríamos muertos espiritualmente. Cada uno de nosotros necesitó de un encuentro personal con Jesucristo, necesitó de su toque divino, para poder nacer de nuevo y tener una segunda oportunidad. Jesús usa su toque divino para muchas cosas: para limpiarnos, para darnos calma, para dar luz a nuestro espíritu, para darnos confianza, para liberarnos, para darnos vida y para traer sanidad al alma, al cuerpo y al espíritu.
El verbo “tocar” viene del griego “japto” que significa: “sujetarse, aferrarse, encender con fuego”, equivale a experimentar el poder de Dios.
Jesús tocó al joven muerto y lo resucitó. Igualmente, es el llamado del evangelio para aquellos que se encuentran muertos en sus delitos y pecados. Es solo por su Palabra que tenemos vida espiritual. Cristo usó estos milagros para mostrar que la condición de ambos era temporal (duermen) y que sería restaurada por Él. Nuestra condición espiritual fue restaurada, cuando la luz de Cristo llegó a nuestro espíritu, para revivirlo.
El Señor tuvo compasión de todos nosotros. Cada vez que Cristo da vida espiritual a alguien, es un milagro. Es un alma muerta levantada a la vida espiritual por el poder divino del evangelio. Es la visita de gracia sobre nosotros. Así como en Naín lo expresaron con alabanza: “Y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y Dios ha visitado a su pueblo”.
Anhelemos que Dios siga visitando a muchos, siga derramando su gracia salvadora sobre los que están muertos en su espíritu. Somos la voz que debe proclamar el evangelio y decir: “levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo”. Dios quiere a través de nosotros, dar vida espiritual a quién lo necesita.
¿Cuántos estamos dispuestos a anunciar las buenas nuevas de salvación?
Dios les bendiga abundantemente.

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