viernes, 1 de marzo de 2019

Leyendo... Lucas capítulo 7



LECTURA DIARIA:
Lucas capítulo 7

Un centurión era el encargado de cien hombres en el ejército romano.
El centurión vino a Jesús porque creía que Dios envió a Jesús. En Mateo 8.5 dice que el centurión romano visitó personalmente a Jesús, mientras que Lucas 7.3 dice que envió a unos ancianos de los judíos para presentar su petición a Jesús. Para su audiencia judía, Mateo enfatizó la fe del hombre. Para su audiencia gentil, Lucas destaca las buenas relaciones entre los ancianos judíos y el centurión romano. El centurión no esperaba que Jesús fuera a él. Así como no necesitaba estar presente para que sus órdenes se llevaran a cabo, tampoco Jesús necesitó estar presente para sanarlo. La fe del centurión fue en especial sorprendente, porque era un gentil que aún no conocía el amor de Dios.
La situación de la viuda, de este pasaje, era seria. Perdió a su esposo y ahora a su hijo único, su medio de sustento. El grupo de dolientes volvería a su hogar y ella quedaría abandonada sin dinero ni amigos. Lucas enfatiza, que Jesús vino para ayudar y fue lo que hizo. Jesús tenía poder para dar esperanza en medio de cualquier tragedia, como en este caso al resucitar al hijo de la viuda..
Juan el Bautista estaba confundido porque los informes recibidos relacionados con Jesús eran inesperados e incompletos. Sus dudas eran naturales y Jesús no lo reprendió por esto; en cambio, contestó de manera que Juan comprendiera, al explicarle que El cumplía las cosas que se esperaba que hiciera el Mesías.
Las pruebas enumeradas aquí para demostrar que Jesús es el Mesías son importantes. Consisten de hechos palpables, no teorías, acciones que los contemporáneos de Jesús vieron. Estas pruebas físicas ayudaron a Juan.  
Nadie cumplió mejor el propósito dado por Dios que Juan. Juan fue el último profeta, el último en preparar a la gente para la era mesiánica. Jesús no hacía un contraste entre Juan hombre con cristianos particulares, sino la oposición entre la vida antes de Cristo con la vida en la plenitud de su Reino.
Los recaudadores de impuestos y las personas comunes oyeron el mensaje de Juan y se arrepintieron. En contraste, los líderes religiosos rechazaron sus palabras. Querían vivir a su manera, se negaron a prestar atención a otras ideas.
Los líderes religiosos odiaban a cualquiera que hablara la verdad y desenmascarara la hipocresía, y no se molestaron en ser lógicos en sus críticas. Criticaron a Juan el Bautista porque ayunaba y no tomaba vino, criticaron a Jesús porque comía en abundancia y tomaba vino con los recaudadores de impuestos y "pecadores". Lo que fariseos y expertos en la Ley no soportaban era que les descubrieran su hipocresía.
Un incidente ocurrió cuando uno de los fariseos invitó a Jesús a su casa, de algún modo entró en la casa una mujer y se arrodilló ante Jesús. En la época de Jesús, se acostumbraba recostarse mientras se comía. Los invitados se recostaban sobre lechos con sus cabezas cerca de la mesa, permitiéndoles apoyarse en un codo y estirar sus pies. La mujer pudo con facilidad ungir los pies del Señor sin tener que acercarse a la mesa.
Ante el acto de esta mujer, aquí Lucas compara de nuevo a los fariseos con los pecadores. Simón el fariseo cometió varios errores al pasar por alto lavar los pies de Jesús, una cortesía que se extendía a los invitados, ya que con el uso de las sandalias los pies se ensuciaban mucho, ungir su cabeza con aceite y ofrecerle el beso de bienvenida. La mujer pecadora, por contraste, derramó lágrimas y perfume costoso y besó a su Salvador.
Aunque es la gracia de Dios mediante la fe lo que nos salva y no actos de amor ni de generosidad, los hechos de esta mujer demostraron su verdadera fe, la cual Jesús honró.
Los fariseos pensaban que solo Dios podía perdonar pecados, de manera que se admiraban que este hombre, Jesús, dijera que los pecados de la mujer eran perdonados. No veían a Jesús como Dios.

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