sábado, 2 de marzo de 2019

Leyendo... Lucas capítulo 8



LECTURA DIARIA:
Lucas capítulo 8

Jesús dignificó a las mujeres de la degradación y servidumbre, al compañerismo y servicio. En la cultura judía se suponía que los rabinos no enseñaran a las mujeres.
Al permitir que estas mujeres viajaran con El, Jesús demostraba que todas las personas son iguales ante Dios. Estas mujeres apoyaban el ministerio de Jesús con su dinero. Tenían una gran deuda con Él porque había echado demonios de algunas y sanado a otras.
Jesús comunicó verdades espirituales a través de parábolas, historias cortas o descripciones que parten de una situación familiar y le dan una aplicación espiritual. Al unir lo conocido con lo desconocido y forzar a los oidores a pensar, las parábolas pueden señalar verdades espirituales.
En la parábola del sembrador, el agricultor usa el método en el que se emplea la mano para sembrar en un gran terreno, tirando puñados a medida que recorre el campo. Su meta es lograr que el mayor porcentaje de semillas eche raíz en el buen terreno, pero hay pérdida inevitable cuando algo cae en lugares menos productivos. El hecho de que parte de la semilla no produzca no es culpa del fiel agricultor ni de la semilla, los resultados dependen de la condición del terreno en el que la semilla cae.
No todas las personas entendieron las palabras de Jesús. Tal vez porque esperaban un líder militar y sus palabras no encajaban en sus ideas preconcebidas. A lo mejor temían la presión de los líderes religiosos, de manera que no se atrevían a ahondar en las palabras de Jesús. Dios dijo a Isaías que la gente oiría sus palabras y vería milagros portentosos y aun así no comprenderían sus palabras (Isaías 6.9). Lo mismo le sucedió a Jesús.
Los verdaderos familiares de Jesús son los que escuchan y obedecen sus palabras. Escuchar sin obedecer no es suficiente.
El mar de Galilea es aún el escenario de tormentas considerables, algunas veces con olas que alcanzan una altura de seis metros. A pesar de que varios de los discípulos eran expertos pescadores y sabían cómo controlar una embarcación, el peligro era real porque confiaban en sus fuerzas y no tuvieron en cuenta que Jesús estaba en la barca.
La tierra de los gadarenos estaba en territorio gentil al sudeste del mar de Galilea, en la región de Decápolis. Los demonios del hombre que se apareció delante de Jesús reconocieron su autoridad inmediatamente. Sabían quién era y lo que su gran poder podía hacerles. Jesús liberó a ese hombre del poder demoníaco.
Jesús a menudo pidió a los que sanó que no divulgaran su sanidad, en cambio le urgió a este hombre que volviera al seno de la familia y dijera lo que Dios hizo con él.
La sinagoga era el centro local de adoración. El principal de la sinagoga era responsable de la administración, el mantenimiento del edificio y la supervisión de la adoración. Debió haber sido poco usual que un respetable líder de una sinagoga cayera a los pies de un predicador itinerante y suplicara la sanidad de su hija. Jesús honró la confianza y humildad de ese hombre.
 Mucha gente rodeaba a Jesús cuando iba camino a la casa de Jairo. Virtualmente era imposible lograr pasar entre la gente, pero una mujer desesperada halló la forma de hacerlo a fin de tocar a Jesús. En cuanto lo hizo, sanó.
Jesús estaba consciente de su ministerio, y no quería que le conocieran solo como uno que hacía milagros, quería que la gente escuchara su mensaje que aún hoy posee la virtud de sanar las vidas espirituales quebrantadas.

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