martes, 5 de marzo de 2019

Leyendo... Lucas capítulo 11



LECTURA DIARIA:
Lucas capítulo 11

Jesús enseña a orar a los discípulos. Primero, Jesús alaba a Dios; luego, presenta sus peticiones.
Estos versículos enfocan tres aspectos de la oración: su contenido (11.2-4), nuestra persistencia (11.5-10) y la fidelidad de Dios (11.11-13).
Jesús estableció el perdón como piedra angular en su relación con Dios. Buenos padres cometen errores y aun así tratan bien a sus hijos. ¡Cuánto mejor nuestro perfecto Padre celestial trata a sus hijos! El don más perfecto que ha dado es el Espíritu Santo (Hechos 2.1-4), que prometió dar a todos los creyentes después de su muerte, resurrección y ascensión.
Los fariseos acusaron a Jesús de que Beelzebú, el príncipe de los demonios (o satanás mismo), le dio poder porque echaba fuera demonios. Jesús replicó la acusación de los líderes con duras palabras, y declara que su labor de echar fuera demonios confirma que el Reino de Dios había llegado.
El Señor dio ejemplo de esto en su ministerio y prometió que sería una señal permanente de la predicación del evangelio del reino (Marcos 16.17).
Sus discípulos al principio se asombraron de experimentar semejante poder, y exclamaron: «Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre» (Lucas 10.17). Jesús les recuerda una verdad fundamental. El poder sobre los demonios no constituye el motivo central de regocijo; más bien, la salvación de los endemoniados es lo que identifica a los discípulos como representantes del cielo. Satanás es fuerte, pero Jesús es más fuerte. En un conflicto espiritual la neutralidad es imposible.
Jesús se dirigía a gente que valoraba grandemente la relación familiar. Sus genealogías eran garantías importantes de que eran parte del pueblo escogido de Dios. El valor de un hombre provenía de sus ancestros y el de una mujer de los hijos que engendraba. La respuesta que Jesús le da a una mujer significa que la obediencia a Dios es más importante que su lugar en el árbol genealógico.
¿Cuál fue la señal de Jonás? Dios le pidió a Jonás que predicara el arrepentimiento a los gentiles (no judíos). Jesús confirmó su mensaje. La salvación no es solo para judíos, sino para todos. Los crueles guerreros de Nínive, capital de Asiria, se arrepintieron cuando Jonás les predicó y este no tenía interés en ellos. La idólatra reina de Sabá alabó al Dios de Israel cuando oyó hablar de la sabiduría de Salomón y este cometió muchas faltas. En cambio Jesús, el perfecto Hijo de Dios, vino en busca de gente a la cual amó profundamente, pero lo rechazaron. Este pueblo escogido de Dios llegó a ser más culpable de juicio que una nación notoriamente malvada o una poderosa reina pagana.
En las palabras de Jesús en el versículo 34, la luz es Cristo, el ojo representa la comprensión y el discernimiento espiritual. Los malos deseos hacen que el ojo sea menos sensible y empañan la luz de la presencia de Cristo.
Los fariseos no solo convirtieron la práctica del lavado en un ritual y en un espectáculo público, sino que también ordenaron a todos seguir con esta tradición que en un principio se proyectó solo para los sacerdotes.
 A los fariseos les encantaban pensar que eran puros, pero su mezquindad hacia Dios y los pobres demostró que no eran tan puros como pensaban. La generosidad revela mucho acerca de la pureza de su corazón.
Los fariseos se equivocaron al enfocarse en las apariencias y pasar por alto la condición interna de sus corazones.
La Ley del Antiguo Testamento decía que una persona que tocaba un cadáver se considera inmunda (Números 19.16). Jesús acusó a los fariseos de convertir a otros hombres en inmundos por su podredumbre espiritual. Como cadáveres ocultos en la tierra, corrompían a cada persona que entraba en contacto con ellos.
A través de la historia, a los profetas de Dios se les persiguió y asesinó. Pero esta generación rechazaba a alguien que era más que un profeta, rechazaba a Dios mismo.
Mediante las interpretaciones erróneas de las Escrituras y las cosas que añadían lograron que la verdad de Dios fuera difícil de comprender y practicar. Más aún, eran malos ejemplos al defender argumentos que pusieron en lugar de otros.
Los escribas y los fariseos esperaban arrestar a Jesús por blasfemia, herejía y por quebrantar la Ley. Estaban furiosos por lo que Jesús decía de ellos, pero no podían arrestarlo por esto. Tenían que hallar una forma legal para prenderlo.

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