lunes, 25 de marzo de 2019

Leyendo... Juan capítulo 6



LECTURA DIARIA:
Juan capítulo 6

Jesús probaba a Felipe a fin de fortalecer su fe. Cuando Jesús preguntó a Felipe dónde comprar una enorme cantidad de pan, este empezó a calcular el costo probable.
Jesús quería enseñarle que los recursos financieros no son los más importantes. Aquí se hace un contraste entre los discípulos y el niño que brindó lo que tenía. Contaban con más medios que el niño, pero como sabían que lo que tenían no era suficiente, no dieron nada. El niño entregó lo poco que tenía y eso fue lo que lo cambió todo.
Al efectuar sus milagros, Jesús por lo general prefería obrar a través de la gente. Aquí tomó lo que le ofrecía un niño y lo usó para llevar a cabo uno de los milagros más espectaculares narrados en los Evangelios.
El mar de Galilea está 195 m por debajo del nivel del mar, tiene una profundidad de 45 m y está rodeado de colinas. Estas características físicas hacen que quede expuesto a tormentas repentinas con vientos que causan olas muy altas. Cuando Jesús fue a sus discípulos durante una tormenta andando sobre el agua (a más de 5 km de la costa), les dijo que no temiesen. Los discípulos, atemorizados, quizás pensaron que veían un fantasma. Pero si hubiesen recordado las cosas que habían visto hacer a Jesús, podrían haber aceptado este milagro.
Jesús no obraba independientemente de Dios el Padre, sino con El. Jesús dijo que no perdería una persona siquiera de las que el Padre le había dado. Así que cualquiera que se comprometa sinceramente a creer en Jesucristo como Salvador está seguro en la promesa de vida eterna que da Dios. Los que ponen su fe en Cristo resucitarán de la muerte física a la vida eterna con Dios cuando Cristo vuelva otra vez.
Los líderes religiosos murmuraban porque no podían aceptar la declaración de divinidad de Jesús. Solo lo veían como el carpintero de Nazaret. Se negaron a creer que Jesús era el Hijo divino de Dios y no toleraban su mensaje.
Dios, no el hombre, juega el papel más activo en la salvación.
A menudo, los líderes religiosos le pedían a Jesús que les probara por qué era mejor que los profetas que habían tenido. Aquí Jesús se refiere al maná que Moisés dio a sus antepasados en el desierto (Éxodo 16). Este pan era físico y temporal. El pueblo lo comía y les daba el sustento de un día. Pero era necesario obtener más pan cada día y este no impedía que muriesen. Jesús, que es mucho más grande que Moisés, se ofrece como pan espiritual del cielo que satisface plenamente y conduce a la vida eterna.
El Espíritu Santo da vida espiritual; sin la obra del Espíritu Santo ni siquiera podemos ver nuestra necesidad de vida nueva.
Para Jesús no existen términos medios. Cuando preguntó a sus discípulos si también se irían, les mostraba que podían tanto aceptarlo como rechazarlo. Jesús no intentaba rechazar a la gente con sus enseñanzas. Sencillamente decía la verdad. Cuanto más escuchaban las personas el verdadero mensaje de Jesús, más se dividían en dos bandos: los que buscaban con sinceridad porque deseaban entender más, y los que rechazaban a Jesús porque no les gustaba lo que oían.
Después que muchos de los seguidores lo abandonaron, Jesús preguntó a los doce discípulos si también lo dejarían. Pedro respondió: "¿A quién iremos?"
Como respuesta al mensaje de Jesús, algunas personas se fueron; otros se quedaron y creyeron de verdad; y algunos, como Judas, se quedaron pero intentaron usar a Jesús para ganancia personal.

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