sábado, 23 de marzo de 2019

Leyendo... Juan capítulo 4



LECTURA DIARIA:
Juan capítulo 4

Ya había surgido la oposición en contra de Jesús, en especial de parte de los fariseos. Se sentían molestos con la popularidad y el mensaje de Cristo que contradecía muchas de sus enseñanzas. Jesús apenas empezaba su ministerio, dejó Jerusalén y viajó al norte, a Galilea.

Los judíos odiaban esa raza mixta, que eran los samaritanos, porque sentían que traicionaron a su gente y a su nación. Los samaritanos establecieron un lugar alterno de adoración en el monte Gerizim paralelo al templo de Jerusalén, destruido ciento cincuenta años atrás. Los judíos hacían todo lo posible por no viajar a través de Samaria. La ruta a través de Samaria era más corta y esa fue la que Jesús tomó.
El pozo de Jacob estaba situado dentro de la propiedad que había pertenecido a Jacob. No era un pozo de manantial, sino que el agua se acumulaba en el fondo cuando caía la lluvia y el rocío. Los pozos mayormente estaban localizados en las afueras de la ciudad, junto a los caminos principales. Dos veces al día, en la mañana y en la tarde, las mujeres iban a sacar agua. Esta mujer fue al mediodía, quizás para no encontrarse con otras personas debido a su reputación. Aquí Jesús dio a esta mujer un mensaje extraordinario acerca del agua pura y fresca que puede satisfacer la sed espiritual para siempre.
Jesús cruzaba cualquier barrera por predicar las buenas nuevas y, quienes lo seguimos, no podemos hacer menos.
Al decir que podía dar agua viva que saciaría para siempre la sed, Jesús declaraba ser el Mesías. Solo el Mesías podría dar este regalo que satisface la necesidad del alma. La mujer no entendió de pronto lo que Jesús decía. Cuando esta mujer se dio cuenta de que Jesús conocía su vida privada, en seguida cambió de tema. La mujer puso en discusión un tópico teológico popular: el mejor lugar para adorar. Pero su pregunta era una cortina de humo para proteger su profunda necesidad. Jesús condujo la conversación hacia un punto más importante: la ubicación del adorador no es ni remotamente más importante que la actitud del adorador.
"Dios es Espíritu" significa que el espacio físico no lo limita. Está presente en todo lugar y puede adorarse en cualquier lugar, a cualquier hora. No es dónde adoramos lo que cuenta, sino cómo adoramos.
Cuando Jesús dijo "la salvación viene de los judíos", manifestaba que solo por medio del Mesías, un judío, el mundo hallaría salvación. Dios prometió que a través de la raza judía todas las naciones serían bendecidas (Génesis 12.3)
Los profetas del Antiguo Testamento declararon que los judíos serían luz a las naciones del mundo al llevarles el conocimiento de Dios, y anunciaron la venida del Mesías judío que vendría a salvar a la nación y al mundo. La mujer que estaba junto al pozo sabía estas cosas, por eso esperaba la venida del Mesías. La "comida" a que Jesús se refiere es el alimento espiritual. Incluye más que estudio bíblico, oración o asistencia a la iglesia. También nos alimentamos haciendo la voluntad de Dios y ayudando a que la obra de salvación se complete.
La mujer samaritana contó de inmediato su experiencia a otros. Sin importarles su reputación, muchos aceptaron su invitación y fueron al encuentro de Jesús. El oficial del rey del versículo 46, era quizás un oficial al servicio de Herodes. Caminó unos treinta y dos kilómetros para ver a Jesús y se refirió a Él como "Señor", poniéndose bajo su mando aunque tenía autoridad legal sobre El. Este milagro era más que un favor a aquel oficial: era una señal para todo el mundo. El oficial no solo creyó que Jesús podía sanar, sino que le obedeció cuando le dijo que se fuera a su casa, demostrando así su fe. A pesar de que el oficial tenía a su hijo a treinta y dos kilómetros de distancia, sanó cuando Jesús lo dijo.

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