domingo, 31 de marzo de 2019

Leyendo... Juan capítulo 12



LECTURA DIARIA:
Juan capítulo 12

El nardo puro era un ungüento aromático importado de las montañas de la India. Por lo tanto, era muy costoso. El valor de la cantidad que usó María equivalía al salario de un año. 

Judas usó una frase piadosa para ocultar lo que en verdad lo motivaba. Pero Jesús sabía lo que había en su corazón. La vida de Judas se convirtió en una mentira y el diablo entró en él.
Este acto de maría fue singular y en una ocasión específica. Era una unción que anunciaba el entierro de Jesús y una declaración pública de fe en El como el Mesías. Las palabras de Jesús tras este incidente debieran haber enseñado a Judas una valiosa lección con respecto al valor del dinero.
La ceguera y la dureza de corazón de los principales sacerdotes los llevaron a rechazar  al Mesías y tramar matarlo. Desde el punto de vista de los líderes judíos, podían acusar a Jesús de blasfemia porque declaraba ser igual a Dios.
Jesús inició su última semana sobre la tierra entrando a Jerusalén montado sobre un asno bajo un cielo de ramas de palmera, entre una multitud que lo aclamaba como su Rey. Para anunciar que en verdad era el Mesías, Jesús escogió un momento en el que todo el pueblo de Israel estaba reunido en Jerusalén, un lugar donde enormes multitudes le vieran y una forma de proclamar su misión que resultase inconfundible.
La gente que alababa a Dios por darle un Rey tenía una idea errónea en cuanto a Jesús. Estaban seguros de que este sería un líder nacional que restauraría su nación a su antigua gloria, y por eso permanecieron sordos a las palabras de sus profetas y ciegos a la verdadera misión de Jesús. Cuando se hizo evidente que Jesús no satisfaría estas esperanzas, muchas personas se volvieron en su contra.
Después de la resurrección de Jesús, los discípulos entendieron por primera vez muchas de las profecías que pasaron por alto hasta ese momento. Las palabras y acciones de Jesús cobraron nuevo significado y mayor sentido.
Jesús debió morir para pagar la pena de nuestro pecado, pero también para mostrar su poder sobre la muerte. Su resurrección prueba que tiene vida eterna. Como Jesús es Dios, puede dar esta misma vida eterna a todo aquel que cree en El.
Muchos creían que Jesús había venido sólo para los judíos. Pero cuando Jesús dijo: "Si alguno me sirve, sígame", se dirigía también a todos.
Jesús sabía que le aguardaba la crucifixión, sabía que debería cargar los pecados del mundo y sabía que eso lo separaría de su Padre. Deseaba liberarse de esa muerte horrible, pero sabía que Dios lo envió al mundo a morir por nuestros pecados, en nuestro lugar. Jesús le dijo no a sus deseos humanos a fin de obedecer y glorificar a su Padre.
La multitud no podía creer lo que decía Jesús con respecto al Mesías. Batían ramas de palmera para un Mesías victorioso que establecería un reino político terrenal que nunca tendría fin. A partir de la lectura de ciertos pasajes, pensaban que el Mesías nunca moriría. Las palabras de Jesús no concordaban con el concepto que tenían del Mesías. En primer lugar, debía sufrir y morir; después, algún día, establecería su reino eterno.
Jesús dijo que estaría con ellos en persona por poco tiempo y que debían aprovechar su presencia. Jesús realizó muchos milagros, pero la mayoría de las personas seguían sin creer en El. Rehusaron creer a pesar de la evidencia. Como resultado, Dios endureció sus corazones.
Muchos líderes judíos no reconocían su fe en Jesús porque temían que los expulsaran de la sinagoga (que era su vida) y perder así su posición de prestigio en la comunidad.
El propósito de la primera misión de Jesús sobre la tierra no fue juzgar a las personas, sino mostrarles cómo encontrar la salvación y la vida eterna. Cuando vuelva otra vez, uno de sus principales propósitos será juzgar a las personas según la vida que llevaron en la tierra. Las palabras de Cristo que no quisimos aceptar y obedecer serán las que nos condenarán.

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