lunes, 4 de marzo de 2019

Leyendo... Lucas capítulo 10



LECTURA DIARIA:
Lucas capítulo 10

 Jesús ahora designa un grupo de setenta discípulos para preparar algunas ciudades que El visitaría más tarde.
Estos discípulos no poseían calificaciones únicas. No eran los más educados, ni los más capaces, ni los de más alto nivel social que otros seguidores de Jesús. Lo que los capacitó para su misión fue su conocimiento del poder de Jesús y su visión para llegar a toda la gente.
Jesús envió treinta y cinco parejas para alcanzar las multitudes.
Jesús dice que enviaba a sus discípulos "como corderos en medio de lobos". Debían tener mucho cuidado, sin duda enfrentarían oposición.
La orientación de Jesús de quedarse en una sola casa evitaba ciertos problemas. Cambiarla podría ofender a las familias que los recibieron antes. Las familias empezarían a competir para contar con la presencia de los discípulos y algunos podrían pensar que no eran lo bastante buenos para oír su mensaje.
Jesús dio dos normas a los discípulos para el viaje. Debían comer lo que les pusieran delante, o sea, aceptarían la hospitalidad sin críticas, y sanarían los enfermos. Gracias a ello, la gente estaría dispuesta a oír el evangelio.
Sodoma era una ciudad perversa que Dios destruyó por su pecaminosidad extrema (Génesis 19). El nombre de la ciudad se usa a menudo como símbolo de perversidad e inmoralidad. Sodoma sufrirá en el día del juicio, pero las ciudades que vieron y rechazaron al Mesías sufrirán mucho más.
Capernaum era la base de Jesús para su ministerio galileo. La ciudad era un cruce de caminos importantes que usaban los viajeros y el ejército romano, y un mensaje que se daba en Capernaum se extendería a lugares mucho más distantes. Sin embargo, mucha gente de allí no entendió los milagros de Jesús ni dio crédito a sus enseñanzas. La ciudad se incluía entre las que se juzgarían por rechazar a Jesús.
Los discípulos vieron grandes resultados al ministrar en el nombre y con la autoridad de Jesús. Estaban muy contentos con las victorias obtenidas al testificar y Jesús se gozó con ellos. Sin embargo, los hizo reflexionar al recordarles que había una victoria mucho más importante: que sus nombres estén escritos en el cielo. Este honor era mucho más importante que cualquier otro logro.
A sus discípulos, que les impactó el poder sobre los espíritus malignos ("serpientes y escorpiones"), Jesús les dio esta clase de advertencia: "Lo vuestro es el tipo de orgullo que hizo caer a Satanás. ¡Cuídense!".
Jesús agradeció a Dios que la verdad espiritual fuera para todos, no solo para un grupo selecto.
La misión de Cristo fue revelar a Dios el Padre a la gente. Explicó el amor de Dios mediante parábolas, enseñanzas y, sobre todo, con su vida.
Los discípulos tenían una oportunidad maravillosa: ser testigos presenciales de Cristo, el Hijo de Dios. No obstante, durante varios meses no lo apreciaron como era debido, ni en verdad lo escucharon ni le obedecieron.
Los hombres de Dios del Antiguo Testamento, como el rey David y el profeta Isaías, dijeron muchas profecías inspiradas por Dios que Jesús cumplió.
Jesús les dijo a sus oyentes: "desearon ver lo que vosotros veis": la llegada del Reino de Dios.
Un experto en la Ley de Moisés se refirió a Deuteronomio 6.5 y Levíticos 19.18. Entendía muy bien que la Ley demandaba total devoción a Dios y amor al prójimo. Jesús habló más acerca de estas leyes y lo explicó con la parábola del buen samaritano.
Los expertos en la Ley trataron al herido como un tema de discusión; los ladrones, como un objeto de explotación; los sacerdotes, como un problema a evitar; y el levita como un objeto de curiosidad. Solo el samaritano lo trató como una persona a la que se debía amar.
Existía un odio profundo entre judíos y samaritanos. Para este experto en leyes judías, la persona que parecía actuar como se debía era el samaritano. En realidad, no podía ni siquiera pronunciar la palabra samaritano cuando contestaba la pregunta de Jesús. Su actitud de experto traicionó su falta de amor, lo que antes manifestó que la Ley mandaba.
Marta y María amaban a Jesús. En esta ocasión ambas le servían. Pero Marta pensó que el estilo de servicio de María era inferior al de ella. No dedujo que en su deseo de servir descuidaba a su visita. Jesús no condenó a Marta por preocuparse de los quehaceres de la casa. Solo le pidió fijar prioridades.

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