martes, 26 de marzo de 2019

Leyendo... Juan capítulo 7



LECTURA DIARIA:
Juan capítulo 7

La Fiesta de los Tabernáculos tenía lugar en octubre, alrededor de seis meses después de la celebración de la Pascua. La fiesta conmemoraba los días en que los israelitas peregrinaban por el desierto y vivían en tabernáculos.

A los hermanos de Jesús les resultaba difícil creer en El. A la larga, algunos de estos hermanos llegarían a convertirse en líderes de la iglesia (Santiago, por ejemplo), pero durante varios años se avergonzaron de Jesús.
Los líderes religiosos lo odiaban y muchos lo rechazaban. Cuanto más enseñaba y obraba Jesús en público, más problemas causaban dichos líderes a Jesús y a sus seguidores. Los líderes religiosos tenían gran influencia sobre la gente común. Al parecer no pudieron hacerle gran cosa a Jesús durante este tiempo, pero amenazaban a cualquiera que pudiera apoyarlo públicamente.
La expulsión de la sinagoga era una de las represalias por creer en Cristo. Para un judío, esto constituía un castigo severo.
Los fariseos pasaban sus días tratando de alcanzar la santidad mediante la observación de las reglas meticulosas que habían agregado a la Ley de Dios. La acusación de Jesús de que no guardaban la Ley de Moisés los hirió profundamente. A pesar del pomposo orgullo propio y del que sentían por sus reglas, ni siquiera llegaban a cumplir con su religión legalista, pues vivían muy por debajo de lo que requería la Ley de Moisés.
La mayoría de las personas tal vez no estaban al tanto de la conspiración para matar a Jesús. Había un pequeño grupo que buscaba el momento oportuno para matarlo, pero casi todos aún no habían llegado a una conclusión en cuanto a qué era lo que creían con respecto a Él.
De acuerdo con la Ley de Moisés, la circuncisión debía efectuarse ocho días después del nacimiento de un bebé. Este rito se cumplía en todos los varones judíos para demostrar su identidad como parte del pueblo del pacto con Dios. Si el octavo día después del nacimiento era de reposo, la circuncisión se hacía de todos modos (a pesar de considerarse trabajo). Aun cuando los líderes religiosos permitían ciertas excepciones a las leyes del día de reposo, no le permitieron ninguna a Jesús, que sencillamente mostraba misericordia a los que necesitaban sanidad.
Las palabras de Jesús, "Venga a mí y beba", hacían alusión al tema de muchos pasajes bíblicos que hablan acerca de las bendiciones generadoras de vida del Mesías. Al prometer dar el Espíritu Santo a todo el que creyese, Jesús declaraba ser el Mesías, ya que eso era algo que solo el Mesías podía hacer. Jesús usó la expresión agua viva en Juan 4.10 para referirse a la vida eterna. Aquí utiliza la expresión para referirse al Espíritu Santo. Los dos van juntos: dondequiera que se acepte el Espíritu Santo, trae vida eterna. Jesús enseña más acerca del Espíritu Santo en los capítulos 14-16. El Espíritu Santo dio poder a los seguidores de Jesús en Pentecostés (Hechos 2) y desde entonces ha estado al alcance de todos los que aceptan a Jesús como Salvador.
La multitud hacía preguntas acerca de Jesús. Algunos creían, otros eran hostiles y otros lo descalificaban como Mesías porque era de Nazaret, no de Belén. Pero El nació en Belén, aunque creció en Nazaret. Si hubiesen prestado más atención, no habrían arribado a conclusiones erróneas.
Aunque los romanos gobernaban Palestina, daban autoridad a los líderes religiosos judíos en los casos de asuntos civiles y religiosos de menor cuantía. Los líderes religiosos supervisaban a sus propios alguaciles y los investían de poder para arrestar a cualquiera que provocase un disturbio o quebrantase cualquiera de sus leyes ceremoniales. Como dichos líderes desarrollaron cientos de leyes triviales, resultaba casi imposible que cualquiera, incluso ellos mismos, escapase de quebrantar, pasar por alto o al menos desconocer alguna en un momento dado. Pero estos alguaciles no podían encontrar justificación para arrestar a Jesús. Y al escucharlo con la intención de descubrir alguna evidencia, no pudieron evitar escuchar las maravillosas palabras que decía. Los líderes judíos se veían como un grupo selecto que era el único poseedor de la verdad, y rechazaban la verdad en cuanto a Cristo porque no había partido de ellos.
Este capítulo ofrece un vistazo más a la vida de Nicodemo, el fariseo que visitó a Jesús de noche (capítulo 3). Al parecer, Nicodemo se convirtió en un creyente secreto. Como la mayoría de los fariseos odiaba a Jesús y deseaba matarlo, Nicodemo arriesgó su reputación y su encumbrada posición cuando habló a favor de Jesús. Su declaración fue valiente y de inmediato los fariseos sospecharon de él. Después de la muerte de Jesús, Nicodemo le llevó especias para ungirle. Esa es la última vez que lo mencionan las Escrituras. Nicodemo confrontó a los fariseos con la realidad de que no guardaban sus leyes. Los fariseos perdían terreno; los alguaciles volvieron impactados por Jesús y uno de los mismos fariseos, Nicodemo, lo defendía. Al ver que quedaban expuestos sus motivos hipócritas y que su prestigio se desmoronaba lentamente, comenzaron a movilizarse con el fin de protegerse. El orgullo habría de interferir con su capacidad de razonar y en poco tiempo los obsesionaría el deseo de deshacerse de Jesús por el simple hecho de evitar la humillación. Lo bueno y lo justo no importaban.

No hay comentarios:

Publicar un comentario