lunes, 18 de marzo de 2019

Tiempo... Lucas 24. 13 - 33



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.
E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Más los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.  Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él les dijo !Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. Más ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”  Lucas 24. 13 - 33

¿Cómo pudo Dios haber abandonado a Jesús a una muerte tan espantosa en la cruz? Este debe haber sido el enigma que atormentaba a Cleofás y al otro discípulo, mientras hablaban con el misterioso personaje que se les había unido por el camino a Emaús. Ellos, como los demás, simplemente no creían lo que habían dicho las mujeres que habían visto la tumba vacía. Ellos, como todos los que llegan a creer, necesitaban la acción reveladora del Espíritu para entender la verdad de la Pascua, porque es imposible llegar a esta fe sin la acción divina que llega por medio de la fe.
Mientras el desconocido les explicaba las Escrituras, la fe les empezó a arder en el corazón y sintieron deseos de creer una vez más. El Espíritu los movió a aceptar la buena nueva de la resurrección y por eso insistieron en que su amigo se quedara con ellos.
Es importante observar que finalmente los discípulos reconocieron al Señor en las Escrituras y distinguieron su presencia más plenamente”.
Se necesitaba la resurrección corporal de Cristo, para eliminar de la mente de los discípulos el escenario de la cruz, como lo ratificó el primer sermón del apóstol Pedro: “Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio” (Hechos 2. 24).
La resurrección dio significado a la cruz, porque demostró que Jesús no era sólo un hombre, sino el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado del mundo.
Estas grandes verdades nos sirven de punto de apoyo en esta época tan llena de incredulidad.
Por eso, no tardemos en aceptar de corazón a nuestro Salvador resucitado; busquémoslo en la Palabra, tal como los dos discípulos lo hicieron en el camino de Emaús.

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