jueves, 21 de marzo de 2019

Leyendo... Juan capítulo 2




 LECTURA DIARIA:
Juan capítulo 2

Jesús tenía como misión salvar al mundo, la más grande misión en la historia de la humanidad. A pesar de esto empleó tiempo para asistir a una boda y participar en las festividades. Las bodas en los días de Jesús eran fiestas de una semana de duración.
Los banquetes se preparaban para muchos invitados y la semana se la pasaban celebrando la nueva vida de la pareja. Muchas veces se invitaba a todo el pueblo y la gente iba, ya que se consideraba un insulto rehusar la invitación a una boda. Era una vergüenza que se acabara el vino, pues rompía las reglas de la hospitalidad. María tal vez no pedía que Jesús hiciera un milagro, sino que le ayudara a resolver este problema tan importante hallando un poco de vino. La respuesta de Jesús a María no es fácil de entender. A lo mejor María no logró entender lo que Jesús pensaba hacer, pero confió en lo que El haría. María se sometió a la forma de actuar de Jesús. Reconoció que Él era más que su hijo humano: era el Hijo de Dios.
Cuando los discípulos vieron los milagros de Jesús, creyeron. El milagro demostró su poder sobrenatural. La forma de realizarlo reveló la manera en que cumpliría su ministerio: ayudando a otros, relacionándose con autoridades y estando en contacto con la gente. Los milagros no son simples actos sobrehumanos, sino actos que demuestran el poder de Dios.
Capernaum se convirtió en sede de su ministerio en Galilea. A pesar de que Jesús hizo de esta ciudad su base de operaciones en Galilea, la atacó por su gente incrédula (Mateo 11.23; Lucas 10.15).
La Pascua se celebraba todos los años en el templo de Jerusalén. El templo era un lugar muy concurrido durante la Pascua con miles de visitantes de todas partes. Los líderes religiosos permitían que se congestionara mucho más al dejar entrar a los cambistas y mercaderes para establecer sus puestos en el atrio de los gentiles. Aceptaron esta práctica como una manera de ayudar a los adoradores y una forma de obtener dinero para el mantenimiento del templo. Pero los líderes religiosos parecían no dar importancia al hecho de que el atrio de los gentiles estaba lleno de mercaderes y los extranjeros tenían dificultad para adorar. Y el motivo principal de visitar el templo era la adoración.
Los vendedores de animales tenían un negocio floreciente en el patio del templo. El precio de los animales para el sacrificio en el templo era más alto que en cualquier otro lugar. Jesús se molestó por la deshonestidad y voracidad practicada por cambistas y mercaderes. No debían trabajar en el templo mismo. Su presencia denigraba el templo, el lugar de adoración a Dios.
Juan narra la primera limpieza del templo. La segunda limpieza, ocurrida al final del ministerio de Jesús cerca de tres años más tarde, se relata en (Mateo 21.12-17; Marcos 11.12-19; Lucas 19.45-48.
Jesús interpretó la maldad en el templo como un insulto a Dios y fue enérgico. Los judíos interpretaron que Jesús se refería al templo del cual expulsó a los mercaderes y cambistas. Jesús no hablaba del templo hecho de piedras, sino de su cuerpo. Sus oyentes no podían darse cuenta, pero Jesús es más grande que el templo. Sus palabras cobraron significado en los discípulos luego de la resurrección. Se cumplió a la perfección lo predicho y eso fue una prueba contundente de que era Dios. 

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