miércoles, 13 de marzo de 2019

Tiempo... Lucas 19. 1 - 10



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.  Lucas 19. 1 - 10

Es la semana final de la vida terrenal de Jesús, Jerusalén estaba agitada por el entusiasmo de los días de fiesta, algunos estaban preparados para recibir al Rey, mientras que otros se preparaban para una ejecución. Aunque su hora de agonía se acercaba, Jesús continúa con las actividades de su ministerio terrenal: enseñanza, sanidad, confrontación, consolación.
Es en este momento, que Zaqueo anhela conocer a Jesús, deseaba sinceramente ver a Cristo, y estaba dispuesto a vencer cualquier obstáculo, como su estatura. Este hombre pequeño, se esfuerza para poder verlo, en medio del tumulto de la gente.
Una cosa pequeña es grande o pequeña, según de quien sea la vara que la mide. A menudo lo que parece insignificante para nosotros, tiene gran importancia para Dios. Zaqueo era un hombre pequeño, que había escalado una posición de prominencia, pisando sobre las cabezas de otros. Era un pecador notorio y un cobrador de impuestos despreciable a los ojos de los demás, pero su curiosidad por conocer a Jesús y la manera como Jesús lo llama a su encuentro, hizo un milagro en la vida de este hombre. Se rindió ante su presencia, le permitió no sólo entrar a su casa, sino a su vida. Fue confrontado con la verdad misma, llevándolo al arrepentimiento sincero de sus pecados y a un cambio radical.
Cristo no sólo quiere entrar en nuestra casa, Él abre el corazón y lo inclina a rendirse a su voluntad. Cuando Dios nos llama, debemos humillarnos y descender de las alturas donde nos encontramos, el orgullo, el poder, el conocimiento, la fuerza, las riquezas, son barreras que nos impiden ver a Cristo. Son como tumultos que no nos dejan acercarnos a su presencia.
Jesús trae todo lo bueno consigo, solo quiere que muchos lleguen al arrepentimiento sincero por la fe y la gracia de Dios.
 Zaqueo dio testimonio público de su conversión y se dispuso a obedecer. Donde Cristo va lleva consigo salvación, sanidad y liberación. Vino a este mundo a buscarnos y salvarnos y a hacer un milagro en nuestras vidas.
Dios les bendiga abundantemente.

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