jueves, 28 de marzo de 2019

Tiempo... Juan 9. 1 - 5



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Al salir, Jesús vio a su paso a un hombre que había nacido ciego. 2 Sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres, o por su propio pecado?
Jesús les contestó: Ni por su propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios puede hacer. Mientras es de día, tenemos que hacer el trabajo del que me envió; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo”.  Juan 9. 1 – 5.

¿Alguna vez hemos pensado que es ser ciego de nacimiento? Es estar en oscuridad, nunca haber visto la luz, ni a los seres queridos, ni los colores, ni las flores, ni los animales, etc.
La ceguera espiritual es semejante, no podemos ver la luz de Dios, no podemos ver a Cristo, no podemos ver a nuestros semejantes como Él quiere que los veamos y no disfrutamos de todo lo que nos rodea porque vivimos en conflicto y desarmonía, totalmente carentes del amor de Dios.
Cristo está cerca y es el único que puede sanar nuestra ceguera. En el caso de este ciego de nacimiento, los discípulos pensaban que era por causa del pecado y le preguntaron a Jesús. El pecado siempre produce sufrimiento, pero en este caso su ceguera no era por causa del pecado, Dios había permitido su ceguera para manifestar su obra en la tierra a través de Jesucristo. Dios quiere que las personas conozcan de su amor y poder.
Jesús hizo lodo y lo untó en los ojos del ciego y después le dio la orden de que fuera a lavarse al estanque de Siloé. Su sanidad vino por su fe y obediencia. Conocía muy poco al Señor, pero hizo lo que le dijo. Cristo siempre nos da la oportunidad de mostrar nuestra fe cuando a través de su Palabra nos dice lo que debemos hacer y esta se prueba por la obediencia. Preguntemos: ¿Cuántas veces hemos dejado escapar las bendiciones de Dios porque no obedecemos lo que dice su Palabra? Debemos estudiarla cada día más para conocer quién es nuestro Salvador, Él siempre está dispuesto a bendecirnos si tan sólo obedecemos.
Cuando curó su ceguera física, el ciego pudo descubrir el mundo que le rodeaba y a las personas que lo acompañaban. Cuando Jesús cura nuestra ceguera espiritual descubrimos quién es Él y las maravillas de su reino. Al recibir al Señor tenemos un cambio de vista, es más fácil entender lo espiritual, los pensamientos de Dios empiezan a transformar nuestra manera de pensar y a cambiar nuestra vida.
La salvación siempre trae consecuencias. Algunas personas no aceptan nuestro testimonio cuando abrimos nuestros ojos espirituales, muchos como los fariseos de ese entonces no sienten gozo por nuestra conversión, al contrario piensan que por volvernos creyentes nos pierden. Los fariseos menospreciaron a Jesús por darle la vista a un hombre ciego y dudaron del testimonio que él les daba, tanto que llamaron a sus padres para verificar si era ciego de nacimiento. Lastimosamente la incredulidad impide ver a ese Dios que está cercano.
Esto no debe ser un impedimento para continuar creciendo en nuestra vida cristiana, antes por el contrario debemos ser testimonio del amor que Jesús nos ha dado al derramar su sangre preciosa en una cruz para salvarnos y sacarnos de nuestra oscuridad. Hoy muchos caminan a nuestro lado con ceguera espiritual, somos nosotros los que debemos mostrarles la luz de Cristo.
Dios les bendiga abundantemente.

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