lunes, 18 de marzo de 2019

Leyendo... Lucas capítulo 24



LECTURA DIARIA:
Lucas capítulo 24

Las mujeres fueron a sus casas y guardaron el día de reposo como ordenaba la Ley, desde el atardecer del viernes hasta el atardecer del sábado, antes de volver a la tumba para llevar juntas sus especias y perfumes.
Los dos ángeles (en apariencia de "dos varones con vestiduras resplandecientes") preguntaron a las mujeres por qué buscaban en la tumba al que vive. Jesús no está entre los muertos, ¡Él vive! Reina en los corazones de los cristianos y es la cabeza de su Iglesia. Los ángeles recordaron a las mujeres que Jesús anunció con detalles todas las cosas que le sucederían.
La resurrección de Jesús de la muerte es el hecho central de la historia cristiana. Como Cristo resucitó de la muerte sabemos que el reino de los cielos irrumpió en la historia. Nuestro mundo ahora se dirige a la redención, no a la perdición. El poder de Dios está empeñado en destruir el pecado, al crear vidas nuevas y preparadas para la Segunda Venida de Jesús.
El poder de Dios que hizo que Jesús resucitara está a nuestra disposición.
Los dos discípulos que venían de Emaús no se dieron cuenta que la persona que iba con ellos era Jesús. Cuando Jesús murió, por lo tanto, perdieron toda ilusión. No entendieron que la muerte de Jesús ofrecía la más grande esperanza. A pesar de las evidencias, del testimonio de las mujeres y de las profecías bíblicas que se ocupaban de este hecho, no creían.
Jesús llamó insensatos a estos hombres. A pesar de que conocían muy bien las profecías bíblicas, fallaron en entender que el Cristo sufriente era la senda a la gloria.
Los dos discípulos dijeron a Jesús que estaban tristes y confundidos, Él les contestó abriendo las Escrituras y las aplicó a su ministerio.
El cuerpo de Jesús no fue una simple visión ni un fantasma. Los discípulos lo tocaron y Él comió. Su cuerpo resucitado era mucho más real que antes, ahora era inmortal.
Jesús y sus seguidores viajaron a Galilea y regresaron antes de que El volviera al cielo. En su segundo libro, Hechos, Lucas deja en claro que Jesús empleó cuarenta días con sus discípulos entre su resurrección y ascensión.
Lucas escribió al mundo de habla griega. Quería que supieran que el mensaje de Cristo de amor y perdón de Dios debía difundirse por todo el mundo. No debemos pasar por alto el alcance del evangelio de Cristo. Dios quiere que todo el mundo oiga las buenas nuevas de salvación.
Mientras los discípulos estaban parados y mirando, Jesús empezó a ascender en el aire y pronto desapareció en el cielo.
Este mismo Jesús, que vivió con los discípulos, que murió y resucitó de entre los muertos, nos ama y ha prometido estar con nosotros siempre.
Hoy, la obra de salvación de Jesús está consumada y Él está sentado a la diestra de Dios donde posee toda autoridad, en el cielo y en la tierra.  
El Evangelio de Lucas describe a Jesús como el ejemplo perfecto de una vida conforme al plan de Dios: su niñez la vivió en obediencia a sus padres y asombró a los líderes religiosos en el templo, como adulto sirvió a Dios y a otros a través de la predicación y la sanidad, y finalmente sufrió sin quejarse cuando lo condenaron. Este énfasis se ajustaba muy bien a la mentalidad de una audiencia griega que admiraba los altos valores relacionados con el ejemplo y el autodesarrollo, y que a menudo discutía el tema de la perfección. A los griegos, sin embargo, les era difícil entender la importancia espiritual del mundo físico. Para ellos, lo espiritual fue siempre más importante que lo físico. Para ayudarles a comprender al Dios-Hombre, que unía lo físico y lo espiritual, Lucas enfatiza que Jesús no fue un fantasma, sino realmente un ser humano que alimentó y sanó gente porque le preocupaba tanto su salud física como el estado de sus almas. Si queremos saber cómo tener una vida perfecta, miremos a Jesús como nuestro ejemplo.

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